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EL PAIS DE LA SELVA
l:l
Recuerda vuesa merced aquellos versos del
Ro~
manee, que dicen :
Los filos de Durindana
No mellan al castellano,
Ni este fuerte
y
duro acero
Pudo r esistir su brazo ...
»
Sí los acuerdo, Alonso : es cuando muere el pala–
dín Roldán, - respondióle don Diego.
- ¡Pues bien! - excla1nó el antedicho, con tono enfá–
tico : - Contra los que fatigaron aceros encanlados,
¿pudieran lanzas de bárbaros? También nosotros,, ¿no
somos castellanos, por ventura?
Y este arran ue de orgullo coni.pro1netió los ánimos.
Un escalofrío de cu aje tecorrió por las m édulas. Ful–
guraron los @·os coi o si ya tuviesen bajo su mano al
enemigo, Y adelantándose con los <lernás, don
Diego~
á
plena voz, griLó
á
la hueste :
¡
Se ha resuelto seguir
l
Una gran clarinada vibró en el bosque desgarrán–
dose entre las copas de los altos
y
leñosos quebrachos,
y
al par un coro de bravos
y
aleluyas, brotando de
aquellas bocas montuosas de barbas, se levantó en el
azul del claro día,
~on
la marcialidad de un vuelo de
águilas despertadas en su nido de breñas ...