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EL PAIS DE LA SELVA
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viados por sencillas telas de guanaco ó vicuña, si las
tuviesen,
y
á medio vestir los otros, al aire el pecho duro,
como corteza de árbol añoso. No faltaban quienes traje··
sen adargas, heraldizadas de grotescas figuras épicas ó
personajes mitológicos ; ni quienes, hachas de piedra,
según usanza calchaquí, ó de bronce, - cortadas éstas
Q.e diversa laya: unas con varias puntas, como los
dedos de una mano abierta ; otras de un solo filo como
picas. Piedras, viras , mazas, garrotes, hondas, lives,
tangoles, cuernos, lazos, di scos y bolas, completaban
el arsenal. P ero en arcos
y
lanzas , residía su fuerza
más decisiva : de entre la mar de cabezas humanas
salían los chuzos, las m.oharras agudísimas unidas á
los cabos de vi rtuos a madera que prodigaba el bosque
familiar;
y
rebosantes las aljabas de fle chas , finas
y
voladoras, que enherbo aban físi cos sil ves tres con
zumo venenoso de eléboros indianos .
Tal era el ej ército primitivo, multiforme, pujante,
donde la vieja tierra maternal transfiguraba su genio
para la propia defensa, t rocando en fuerza mortífera
gajos-, fi eras, savias, cueros, piedras, fibras, sones,
vientos.
No se detuvo, sin embargo, ante el avance d0 tan
ruda legión, el indómito grupo de la conquista. Casi
al nlismo tiempo, se avistaron 1os dos beligerantes,
desde opuestos extremos de una misma llanura. Esta,