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EL PAIS DE
LA SELVA
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reñido. Los juris-i,..eon nuevos contingentes de fuerzas,
volvían á aparrecer en la llanura. Era el postrer ataque,
pues si habían conseguido detener á los invasores, ya no
in1aginaban vencerlos.
Traían los juris en la punta de una pica la cabeza del
soldado castellano
á
quien los suyos no pudieron hallar.
@tro erigía á su par la cabeza del caballo, degolla–
do también. Este fraccionamiento del jinete y de su–
montura les aclaraba á ratos, y á ratos les obscurecía,
el enigma de esas caballerías con que osaban luchar,
Algunos con1enzaban
ú
creerse comprometidos en una
guerra con seres sobrenaturales y si venían de nuevo
al co1nbate por sor a ·.dad de raza, empezaban á domi–
narles vagos ten·ores. n cambio, á los otros, les relem–
plaba de cólera
e:spectáculo de ese trofeo carnal, la
cabeza del blanco, goteando sangre aún desde la punta
de esa pica.
Los castellanos
á
la vista del doloroso escarnio, se
lanzaron enfurecidos. Los indios, azorados, viéron des–
granarse sobre ellos el pelotón de jinetes. Jamás con10
~ntoncés
cobraron estos á sus ojos mayor misterio y
grandeza de
n1ito~.
Las trompetas rugían; relinchaban
los brutos cual si se reconociesen en aqhlella otra cabe–
za..'t. erigida á lo lejos.como una provocación; vientos de
1
guerra soplaban sobre el campo, y
á
su roce la grím-
pola española se estremecía colérica sobre el asta del
guión. Los ·infantes arreciaban el fu ego por los flancos
e!l fr1ortandad segura,mientras la caballería atropellaba
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