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24:

RlC RDO ROJAS

de las hondas, que la mano del hábil fundibulario

despachaba cerLera.

Y

mi~nlras

tales proyecliles no

daban en su blanco, ó apenas si causaban contusiones,

los españoles contestaban con armas de fuego, cuya

balas Yenidas no sabían los indios de dónde, penetrá–

banles en el cuerpo, diezmándoles. A esto se agregabafil

canícula

y

bochorno de vt.Jrano, hasta que, desilusio–

nados de su inútil gimnástica, tentaron, después de n1e–

dio día, un ataque

á

la desaforada, como la tarde ante–

rior. Contrarrestados por la caballería y el fuego lateral

de los infantes, fracasaron también,

y

huyeron por el

descampado del abr-a.

La noche itrterrum_Rió de nuevo el combate. Como

saliese la luna,

-0

llai1os se aventuraron

á

recorrer

el campo, busc:,

.....

±.;!~,,...un

c mpañero extraviado. Se oían

1eridos : -

¡

aíiay

! ¡

ananay

!

-y

el

soldado que lo sintiese, aproximábase al ag·onizante

para ultimarlo de un tiro. Varios hombres recorrieron

infructuosamente el abra : no hallaban al camarada ni

á

su caballo; así es que en el campamento se pasaron

la noche conjeturando la posible cautividad del ausente

y

viendo una columna de hu1no que se levantaba

allende el otro bloque de monte, plateada de luna -

tal vez alguna inmolación de los indios á su dios de la

guerra.

Al amanecer el tercer día; el combate continuó n1ás