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RlC RDO ROJAS
de las hondas, que la mano del hábil fundibulario
despachaba cerLera.
Y
mi~nlras
tales proyecliles no
daban en su blanco, ó apenas si causaban contusiones,
los españoles contestaban con armas de fuego, cuya
balas Yenidas no sabían los indios de dónde, penetrá–
banles en el cuerpo, diezmándoles. A esto se agregabafil
canícula
y
bochorno de vt.Jrano, hasta que, desilusio–
nados de su inútil gimnástica, tentaron, después de n1e–
dio día, un ataque
á
la desaforada, como la tarde ante–
rior. Contrarrestados por la caballería y el fuego lateral
de los infantes, fracasaron también,
y
huyeron por el
descampado del abr-a.
La noche itrterrum_Rió de nuevo el combate. Como
saliese la luna,
-0
llai1os se aventuraron
á
recorrer
el campo, busc:,
.....
±.;!~,,...un
c mpañero extraviado. Se oían
1eridos : -
¡
aíiay
! ¡
ananay
!
-y
el
soldado que lo sintiese, aproximábase al ag·onizante
para ultimarlo de un tiro. Varios hombres recorrieron
infructuosamente el abra : no hallaban al camarada ni
á
su caballo; así es que en el campamento se pasaron
la noche conjeturando la posible cautividad del ausente
y
viendo una columna de hu1no que se levantaba
allende el otro bloque de monte, plateada de luna -
tal vez alguna inmolación de los indios á su dios de la
guerra.
Al amanecer el tercer día; el combate continuó n1ás