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EL PAIS DE LA SELVA

9

inquebrantable la esperanza y el brazo no cansado de

luchar ...

¡

Ah, bien se veia en ese puñado de valientes,

perdido en la soledad de un mundo virgen, el genio

fanático de las caballerías de Granada, que derrot.aron

al árabe infiel, el genio bélico de las infanterías de

Nápoles, que resistieron las fatigas del hambre, de la

distancia y de la guerra

! -

Inmensas las llanuras ...

l

'

ásperas las montañas ... la selva ahora hostil. .. Desfi-

laba el paisaje de las comarcas recorridas, y en el curso

muchas veces ilógico de esas visiones, alternaban nos–

talgias del hogar distante ; añoranzas de su querida

Burgos, donde naciera; travesías del mar ... el sonoro

desierto de sus ondas ... , la luna

y

el bran1ido de las

noches oceánicas ...

%i

tonces la fuerte alma del paladín,

sintió pasar sobre eÍlk co gojas de mujer enternecida,

-

fuése al infl

tl

us sensuales aromas difundidos

por la selva en

el

ámbito, ó

á

los rumores del viento,

que remedaba diálogos de invi&ibles fantasmas ; ó á la

luz de la luna, que aparecida ya sobre los montes,

iluminaba al héroe en su claridad de leyenda, desnive–

lando al par la inmensidad, sobre el callado piélago de

las nubes.

Iban pasando así las horas, cuando, de pronto, una

voz varonil clamó

á

lo lejos :

-

¡

Capitán!. .. Capitán

! :

gente por el bosque!

La hueste, que entrevelaba en sp lecho de hierbas

y

l.