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El, PAIS DE LA SELVA

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distancias . No pudieran tampoco sospecharlas, en la

medida de tan vastos desiertos, aquellos que poco

antes recorrieran sin esfuerzo la Europa, en las prime–

ras guerras de las nacionalidades. Ninguno imaginaba

que irían sembrando con los propios cadáveres las

sendas recorridas

y

que después de llegar á las pampas

donde los grandes ríos ruedan hacia el Atlántico,

veríanse obligados á desandar la triste ruta, diezmados

por el hambre

y

los combates, alimentand o con raíces

las desmayadas fuerzas, en una lúgubre procesión de

héroes que fuesen espectros. Y á fe que se necesitaba

el espíritu paladinesco de la indomable casta castellana

gaJ;io e

la,s entrañas de un mundo

pueblos, los ríos

pe brazo con los vientos, los

e tades, los árboles, las fiebres,

los pantanos, la

ombras, las montañas ; ... bregando

á plena esperanza

contra el misterio,

contra el destino,

contra la muerte ...

Las maravillosas fábulas del oro que florecieron

á

por–

fia,

señal~ban

hacia aquel rumbo meridional, un río de la

plata, de populosas márgenes y codiciables ondas que ro–

daban sobre argentíferas arenas. Habiendo jornadeado

oche.nla leguas desde lo conocido por frontera peruana,

alcanzaban, á esta sazón, los últimos dominios territo–

riales de los vencidos Incas; y nadie imagínase las dis–

tancias que aún les faltaba recorrer para llegar

á

esas