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EL PAIS DE LA SELVA
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carnos, se sintió la música entre la confusa albórbola;
y colun1bramos después el grupo de los que en el ante–
palio de la choza, bailaban á la luz de la luna. lVJoraba
allí una vieja alegre, bien conocida en el lugar,
por ser
la inadre de dos inuchachas jóvenes, zarca de ojos la
una, inorena de tez la
otra,
y ambas dispues tas siempre,
lo mismo para una arunga que para un marote. Siendo
sábado esa noche, estaban de fiesta ...
Cuando asomamos al corro, un hijo de la señora,
jarifo con10 sus hermanas, vino á ofrecerme su anacró–
nico chan1bao de aloja, á inenos que prefiriese escan–
ciar ginebra,
.-e-fl
bote donde habían suxa<lo ya inás de
veinte labios.
Danzaban c .
n aquel inomento, y
á
son de
· d
cristales
fuesen
Los
corazones,
Qué bien
claras
se viesen
Las
intenciones.
Yuso los pies de la pareja, en la postrer mudanza,
chisporrolearon cohetes; zahumóse el aire con el hedor
de la p'ólvora; corvetearon caballos bajo los árboles ;
·sonaron voces y palmoteos en la turba; -
y así volvió
á
mostrárseme el cuadro ya conocido de las orgías
selváticas. No siendo carnaval, ni reyes, ni nochebuena,
.
.
ni otra alguna de las ocasiones clásicas, preguaté el
inotivo de la fiesta.