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RICARDO ROJAS
de aromas, y la tentación edénica de las hembras de -
nudas. del mitayo. La falta de europeas exasperaba la
avidez, miP-ntras la sumisión de las indígenas torná–
baJes fácil la rnayor aventura. Tuvieron estos señores
feudatarios derechos de pernada; y el cura párroco se
convirtió en padrillo de su feligTesía rural. Empero, al
lado de estos sátiros blancos, y por entre las incestuo–
sas parejas de la tribu, pasa en los evos coloniales, la
figura evangélica de Francisco Solano, quien pudo
acaso ünaginar, en sus raptos de inspiración divina,
leyendas como esta de la mul' ánima, para enfrenar con
el miedo, al amor que se desbocaba en el ubérrüno
paraíso de 1as elvas vír enes.
El espíritu
I
las épocas posteriores unió á sus
.
relatos cierto
de malicia. ingeniosa, Irl:ezclando
esta alegoría ,
a-mula, al
narr~.r
vergüenzas do-
mésticas, como esa del episodio ya recordado, ó referir
alguna famularia anécdota de las curias.
En la actualidad, si el terror del ·mito puede conte–
ner aún
á
cualesquier ingenua criatura, constituye para
los más, sobre todo en los aldeorros y villas, apenas
un fecundo tema de iiberlinos decamerones.
-
Se dice, ade1nás·, que un alma femenina condenada
por el sacrilegio á la forma fatal, puede ser libertada.
El alma-mula no es una metempsicosis, sino simple
transformación, pues herida cierta vez en el cráneo