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IX
EL KACUY
Vive en la Sel
stremece las almas con su
lúgubre canto. Ese ave
ie:ne una historia ; y es la tra–
gedia de su origen lo que evoca su grito lastimero,
ayeando entre las arboledas tenebrosas. Sobre los him–
plidos del Runauturuncu, los baladros del Toro-Zupay,
los relinchos de la Mul' ánima, y toda la fauna n1ít'ica
del monte, -
el Kacuy plañirá eternamente, porque
· no suena en su voz la fuerza, ni la amenaza, ni el cri–
men, sino el dolor humano, son1etido á lo inexorable
de una fatalidad vengadora.
Groussac ha notado alguna semejanza entre la leyenda
del Kacuy santiagueñ9 y cierta fábula de Ovidio. La cita
clásica, apuntada con vaguedad en una monografia
sqbre nuestras costumbres mediterráneas, me llevaron