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nICARDO ROJAS

como el emblema de la desesperación y del dolor,

debiera ser el símbolo de la eterna dicha, desde que

sólo existe la perenne voluptuosidad en el ansia angus–

tiosa de todo bien inasequible...

Empero el zorro, siendo un esperto conocedor del

mundo, buscaba el goce presente y deseaba el placer

más alto con la menor dificultad, sin preocuparse de

semejantes inetafísicas. Había dejado, pues, que algunos

amigos íotimos difundieran por la sel va la noticia de

su reciente victoria sobre el Tigre, pues bien sabía

cuánto ascendiente dan sobre la muchedumbre estos

éxitos, en la lucha por el predo1ninio personal. La vida

es así, la des ' par· c.

r

n r¡non1entánea ó definitiva de los

i

esperados adherentes al advene–

dizo ven cedo ,

~

roduce cierta fruición .maligna,

inconfesada, en los segundones que sueñan con el pro.

bable mayorazgo.

Entretanto, no había mejorado su suerte.

¡

Tres

días ya que no encontraba caza ni alimentos

1

Hasta

las inocentes majorrítas se le escapaban, como los

otros

pec~cillos,

si á la margen .del agua le descubrían

en acecho. La escasez tocaba ya su colmo : ahí mis1no

acababa de esca pársele una martineta que sorprendió

dormida en el pajonal. Muchos de estos animales le

habían acompañado en sus campañas, pero él sabía que

el sacrificio de ninguna llegaría hasta alimentarle con su

vida. Entonces Juan pensó que s1

la indigencia lo

obligaba de nuevo

á

matrerear, era preferible comer