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EL PAIS DE LA SELVA

¡ Traidor! - rugió el desventurado.

¡No importa: las pagarás ahí!

¡

Canalla! - vociferó el prisionero.

¡No importa: te secarás ahí

!

143

¡Infame! - exclamó el Tigre por últüno, cente–

lleando los ojos y el cuerpo elástico retorciéndose entre

sus amarras ... Anochecía ya;

y

el silencio de la tarde

l

sole1nnizaba el án1bilo del bosque, donde los hünplidos

de la fiera impotente resonaban de rato en rato; sober–

bio grito de dolor y de furia al cua] respondía con10 un

eco paulatinamente más lejano, la irónica voz del zorro:

e ,,

C'

1

C' '

-

uaa.... uaa.... uaa

....

Fué después de ......ste uce<so, que vimos

á

don Juan,

cabizbajo

y

inurrio, por aquél ca1nino del n1orüe. Habían

pasado ya varios días desde que rompió lo que él lla–

maba sus esclaYitud, pero la existencia no se le pre–

sentaba tan halagüeña. Por lo visto ocurría á los ani-

1nales, lo 111is1no que á los hombres, el imaginar la

f

eli–

cidad en la conquista de cuanto carecen1os, y

enconlrat~

en su posesión la amargura de las cosas inútiles, et

hastío.de

los sieinpre mediocres placeres de la realidad.

Vagabundo, había soñado con la holganza, la quietud

y la abundancia de un hogar opulento;

y

al encontrarse

allí, gozando de tan an_siadas regalías, volvió

á

suspirar

por su vida libre de sachabohemio ... De esta suerte,

parece que el vulgarizado símil de Tántalo, adoptado