EL PAIS DE
LA
SELVA
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la vida de joven aventurero. Le dispensaron ambos pre–
dilecciones de unigénito y
á
la sombra de ese cariño,.
gustó durante meses la cosecha del embeleco que con–
cibiese .en una hora feliz. Pero ahora, las cosas tomaban
otro aspecto. Alguien había dejado entrever al Tigre la
superchería de su árbol genealógico, y no le trataban
ya con la inisma obsequiosidad. Esta crisis doméstica
'
le sobrevenía cuando ya le habían cansado los minu-
ciosos requilorios de la tía y el genio regañón de su con-·
sorte. Aquella casa habíale resultado, en ocasión deter-
1ninada de su existencia, puerto amigo, tras de proce–
losas aventuras; pero sólo aquellos que llevan en el
almala neurósis r
'ntic-a, agravada de cierto recalci–
trante picardismo, co
· en erán las esplines del zorro
'
en casa de este
n;rne11io
~ico
y honesto. El alimento
no
le
faltaba a'llora, pero escaeaba la libertad. Expe–
rimentaba además cierta nostalgia de correrías, pues
en la vida sendenlaria y burguesa que le obligaban á
lleyar, aquellos episodios de antaño, con su hambre y
sus peligros y todo, atraían la incurable vocación de
su genio. Y en ese estado de ánüno, le tomaba en la
·actualidad
el ~cambio
de sus protectores. Tal vez fueran
aprensiones de pariente pobre; pero se le ocurría que lo
miraban en menos, que deseaban humillarlo, y que
hubi~ren
preferido verlo 1nuerto, pues el viejo llevábalo
de escudero
á
sus má$ temerarif}s depredaciones. Hasta
le restringió su derecho á las achuras de la res que con–
seguían matar. Un día, sarcasmo y avaricia llegaron