142
RICARDO ROJAS
Porque no alcanzarán las correas.
¡
Oh
!
eso se r e1nedia, sobrino ...
Vea, tío, aquellas nubes pardas ...
¿Qué
tienen?
¡
Y
o creo que ya viene la tonnen ta
l
Decía el zorro con tan hábil sünulación de desespe–
ranzas
y
con<luelos, que el
TigT~,
con los pequeños tan
feroz, temblaba ante el anunciado azote providencial.
Entonces le propuso el Tigre que le atase con esas cuer–
das,
y
él le salvaría en sus b razos . Le hablaba á su
s obrino con el afecto de los prin1ero_s días,
y
le pal-
1neaba el hon1bro con la garra, co1no hacen los pode–
.tan de los débiles ... Juan acepló la
idea con air
·ente abnegado. E l Tigre se empinó
contra el ár
ad
en corvetas lo es trechó fuerte-
mente con un brazo, dejando el otro libre para salvar
al zorro. Éste comenzó á envolver su lazo haciendo un
solo rollo de tronco
y
felino;
y
cuando lo hubo apri–
sionado inseparablemente, se apartó unas varas ...
Sonreía ..,.
Aquella .mueca leve, era el úni co gesto de su triunfo.
Saboreaba su victoria sin alharacas , en el silencio que
cuadra á las grandes almas. Toda la estirpe se rebullía
en esa risa, Yiendo cómo la a stuci a era más eficaz que
la fuerza ... Sacó algunas presas de la vaca,
y
avíandose
con ellas para jamás volver, dirigió su mirada al Tigre
que lo aguardaba sin compren der aún;
y
algunas frases
irónicas fueron sus palabras de despedida :