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EL PAIS
DE
L A.
SELVA
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en sentido contrario, con el regocijo de una verdadera
resurrección. Pensó entonces que para estas ocasiones
apuradas le eran indispensables dos cosas : un caballo
y
una inujer ... Él conoció en sus correrías .una casa del
bosque donde habitaban una zorra anciana y su hija.
Para presentarse nuevamente allí, se bañó en la laguna,
lj1npió su fonje cola de plumero, acicaló su rostro de
afilado hocico, y jinete en un avestruz, embridado con
rien<las de chaguar, se presentó en el teatro de su
nueva aventura. Con charabón se1nejante, único para
las garnbeteadas y rápido como una luz, estaba se–
guro ele escapar al peligro, 'frustrando
toda perse–
hora le faltaba rnujer; pero
er , no tardó en enlabiar á la
~lo
allí, tuvo casa, a1nor,
y
alca–
huetería segura ar caso que el Tigre lo persiguiera ...
Pasaron n1.eses felices que pronto debían concluir. El
f
clino, anoticiado ele la resurrección del zorro, enterado
<le su nuevo paradero
y
más enfurecido a\in por el en–
gafio
eten~o
de que era víctima, -
llegó á la casa donde
ah<?ra viYía. Las mujeres estaban solas y todo fué llantos,
apenas el Tigre asomó :
-
·'' No se asusten : yo no ensucio mi garra en po–
lleras
>> •••
Y
las zorras le agradecieron.
-
«
Sólo deseo saber si Juan, mi sobrino, vive.
>>
Y .
las zorras le informaron de todo.