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EL PAIS

DE

L A.

SELVA

149

en sentido contrario, con el regocijo de una verdadera

resurrección. Pensó entonces que para estas ocasiones

apuradas le eran indispensables dos cosas : un caballo

y

una inujer ... Él conoció en sus correrías .una casa del

bosque donde habitaban una zorra anciana y su hija.

Para presentarse nuevamente allí, se bañó en la laguna,

lj1npió su fonje cola de plumero, acicaló su rostro de

afilado hocico, y jinete en un avestruz, embridado con

rien<las de chaguar, se presentó en el teatro de su

nueva aventura. Con charabón se1nejante, único para

las garnbeteadas y rápido como una luz, estaba se–

guro ele escapar al peligro, 'frustrando

toda perse–

hora le faltaba rnujer; pero

er , no tardó en enlabiar á la

~lo

allí, tuvo casa, a1nor,

y

alca–

huetería segura ar caso que el Tigre lo persiguiera ...

Pasaron n1.eses felices que pronto debían concluir. El

f

clino, anoticiado ele la resurrección del zorro, enterado

<le su nuevo paradero

y

más enfurecido a\in por el en–

gafio

eten~o

de que era víctima, -

llegó á la casa donde

ah<?ra viYía. Las mujeres estaban solas y todo fué llantos,

apenas el Tigre asomó :

-

·'' No se asusten : yo no ensucio mi garra en po–

lleras

>> •••

Y

las zorras le agradecieron.

-

«

Sólo deseo saber si Juan, mi sobrino, vive.

>>

Y .

las zorras le informaron de todo.