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EL PAIS DE LA SELVA
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las líneas <le una fábrica gótica
y
el in terior de las sel–
vas, con sus ra1najes ojivales. Algo de imaginación ins–
pira sien1pre las más graves hipótesis filosóficas. Esto fué,
quizás, lo que me permitió reconocer analogías entre
la casa donde nos hallábamos
y
el bosque inmediato.
Era una pieza grande, á tres vientos, rodeada de vastas
galerías. Profusos horcones, como innumerable y fina
'
colu1nnata de troncos, sostenían el espeso techo de
torta, verdecido de hierbas espontáneas.
Al reparo del bosquecito habíase recogido la majada,
'Iº? allí tenía su chiquero. Junto á la tranquera, cabras
y
ovejas apiñábanse, batiendo con los propios pies su
lodo pestilente Lle orines y boñigas, - en tanto el chivo
iná-,
viejo, aso1na
·nalmente su cara barbuda de
'
persona n1ayor ...
No habiendo
EJ;o,
ni r ·oyo, ni laguna cerca de la
casa, alimenlaban jagüey junto al pozo donde una rús–
tica lrébe<le sostiene la chillona roldana. Quedaba en
rente una perspectiva de pradera, - campo rico de
pasto como las pampas litorales, - donde se embellecía
de soledad el crepúsculo, mientras el largo rayo pálido
· t
le la primer estrella, brillaba solitario, con su fulgor
de rica joya sobre la túnica imperial de la tarde ...
Fuimos á sentarnoE?,. en rueda bajo la galería. Apa–
reció la esposa, llena de robustez materna; luego los
hijos, - menos el primogénito, ausente por la cons-