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96

RIGAfiDO ROJAS

la silla

>)

;

sombrapi,

«

de la sombra.

>)

Se han formado

también, de raíces quichuas y derivaciones españolas,

verbos nuevos tan expresivos como

upallear

(pegar en .

silencio) y

pallancar

(pegar sin amago) - matices de

la idea de traicionar, tan sin expresión en nuestra habla,

que no he tenido reparo en lanzarlos en este libro

á

la

circulación lite.raria,

j

un lamente con otros vocablos.

Cualquiera que sea el estado actual y el destino de la

lengua quichua, lo que nos interesa es el espíritu de la

raza que la habló. Cuando se reconstruya nuestra vida

colonial, -

reducida hay

á

simples crónicas de adelan–

tados y virre..yes , -

se ha de comprender lo que esa

raza signifl c

en las tradiciones de América . Tuvi eron

los Incas s u

1

e

u ra ,

á.

carg o de los

haravec

y los

a1nautas,

poeta

filó sofos. Cierto que el

Ollanlay,

dran1a hi stó

e

tie.mpo de Tupac-Yupanki, es obra

de origen muy discutible: tales lo quieren de concep–

ción americana; cuáles se lo atribuyen al Padre Valdés .

El la rg o pleito en que tantos escritores del viejo

y

nuevo mundo han intervenido, pennanece aún sin solu–

ción. Acaso ·sea en r ealidad insoluble. Los argun1en tos

que se han aducido de una parte, podrían, sin inayor

habilidad dialécti ca , se rvir

á

la con traria. Lo cierto es

que se halla escrito en quichua clásieo, lleno de fue rza

y

de pureza. En mi sentir, es le poema vale con10 docu-

1nent o de la riqueza expresiva de su idioma. Las pala–

b ras no existen por s í n1i smas : son el signo . visib le

del p ensamienlo :

luego, · la raza que poseyó esa