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RIGAfiDO ROJAS
la silla
>)
;
sombrapi,
«
de la sombra.
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Se han formado
también, de raíces quichuas y derivaciones españolas,
verbos nuevos tan expresivos como
upallear
(pegar en .
silencio) y
pallancar
(pegar sin amago) - matices de
la idea de traicionar, tan sin expresión en nuestra habla,
que no he tenido reparo en lanzarlos en este libro
á
la
circulación lite.raria,
j
un lamente con otros vocablos.
Cualquiera que sea el estado actual y el destino de la
lengua quichua, lo que nos interesa es el espíritu de la
raza que la habló. Cuando se reconstruya nuestra vida
colonial, -
reducida hay
á
simples crónicas de adelan–
tados y virre..yes , -
se ha de comprender lo que esa
raza signifl c
en las tradiciones de América . Tuvi eron
los Incas s u
1
e
u ra ,
á.
carg o de los
haravec
y los
a1nautas,
poeta
filó sofos. Cierto que el
Ollanlay,
dran1a hi stó
e
tie.mpo de Tupac-Yupanki, es obra
de origen muy discutible: tales lo quieren de concep–
ción americana; cuáles se lo atribuyen al Padre Valdés .
El la rg o pleito en que tantos escritores del viejo
y
nuevo mundo han intervenido, pennanece aún sin solu–
ción. Acaso ·sea en r ealidad insoluble. Los argun1en tos
que se han aducido de una parte, podrían, sin inayor
habilidad dialécti ca , se rvir
á
la con traria. Lo cierto es
que se halla escrito en quichua clásieo, lleno de fue rza
y
de pureza. En mi sentir, es le poema vale con10 docu-
1nent o de la riqueza expresiva de su idioma. Las pala–
b ras no existen por s í n1i smas : son el signo . visib le
del p ensamienlo :
luego, · la raza que poseyó esa