LOS IV LIBROS DE LA IMITACION DE CHRISTO
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omitiera, y lo mas es, no hallarse incluida
en la famosa edicion de las obras del P.e Nie–
remberg hecha en Madrid en tres tomos de
afolio de marca dedicada al Principe Leo–
poldo A1;chiduque de Austria.-Yo tengo
una edicion de Paris del ali o
I
734 añadidos
los dictamenes de espíritu sacados de las
obras del P.e Nieremberg, y las reflexiones
morales qe Mad.ª la Duquesa de Guisa. Y
aunque se supone en esta edicion ser la tra–
duccion del Kempis [de] Nieremberg, no
me hace fuerza alguna, porque la haria al–
gun Jesuita,
b
se tomaría el nombre de
Já
imprenta de Barcelona, la qua! no he visto.
-El librero Manuel Martín de Madrid
imprimib el año
I
757. la traduccion de Gra–
nada, y en el año de 176+ la de Nierem–
berg, dandolas por diferentes. En esta ulti–
ma esta impressa la aprobacion del P.e Mu–
niessa, dada en Barcelona el año 1676. que
seria el en que se hizo la que V.
I.
tiene,
con los avisos y dictamen es del P.e Nierem–
berg. El P.e Muniessa nadadiceen su apro–
bacion de la traduccion de Granada, pero
hai un prologo intitulado:
Elogios •de este
Libro,
y en el se dice haverle traducido
Granada, y ultimamente el P.e Nierem –
berg.-Tarnpoco Granada fue el primer tra–
ductor, y segun Nicolas Antonio, solo corri–
gio, limo el estilo, y renovo la que ya corria
anteriorm.
1
e
y
la imprimio en Madrid el
atio 1567 . [y aun antes en Sevipa, el 1536]
y despues se imprimio de nuevo en Lerida
el del 1614
[y
en mil otras partes].-Aun-
q ue no vi lo que Blasco escribio a V.
I.
le
he oido su dictamen, y es, que haviendo
cotejado la traduccion de Granada con la
que se atribuie a Nieremberg, le parecen
diferentes, no solo en algunas palabras sino
en el sentido, y propiedad de muchas fra–
ses,
y
expresiones
1
teniendo por mejor y
mas correcta la segunda. - Yo no tengo
tiempo para estos cotejos, ni aun para el
uso frequente que tuve en otro tiempo de
este precioso libro en su idioma original,
cuia sencillez me gusta infinito.... Como el
1
fin de la nueva edicion debe ser comunicar
el beneficio de esta obra a los que no en–
tienden latin, no me parecería necesario
hacer empefio en seguir
~ervilmente
tra–
duccion alguna determinada , sin o tomar lo
mejor de ellas.... Pero tampoco me opondría
yo a que se manifestasse al Publico el pla–
gio de Muniessa,
b
del que aplico la tra–
duccion a Nieremberg, porque conviene
desenga ii ar al Mundo, y aunque son tantos
los hurtos,
e
impostt1Tas de los Jesuitas, que
han vendido muchas obras agenas, como
suias, y otras suias las han aplicado a Auto–
res extraf10s, de que se pudiera hacer un
catalogo m ui grande, nada basta,
y
es me–
nester cada día dar nuevas pruebas a los
ciegos y fanatices Terciarios....
~>
¡Lástima grande que las precisas obliga–
ciones de su oficio no concedieran un rato
de ocio ó de huelgo al Sr. Roda para que
nos formara el catálogo, así de las obras
ajenas que usurparon Jos Jesuítas, como de
las suyas propias que atribuyeron
á
plumas
extrat'ias! Con la lista de las primeras pu–
diera salir más cabal é
interesan~e
este vo–
lumen; y ¿quién sabe si con la de las últi–
mas hubiéramos podido imprimir uno más
de seudónimos? Mas, pues tuvimos esa ya
irremediable desgracia, consolémonos por
lo menos con lo que nos queda de los tra–
bajos crítico- bibliográficos del atareafo Mi–
nistro; y démosle gracias, ante todo, por
la sinceridad y franqueza con que responde
al Sr. Climent que, á su juicio (que es el
mismo de D. Vicente Blasco y Fr. Pedro
Plá), la traducción que corre
á
nombre
del P. Nieremberg es diferente de la del
P. Granada.
No deja tampoco de ser notable en el se–
iior Roda la defensa implícita que hace del
Jesuíta en su explícita acusación
y
traidora
estocada al insig ne Dominico. Pues en ella
nos da
á
entender qu.e el P. Nieremberg
hizo en la traducción del P. Granada lo
mismo cabalmente que había hecho éste en
Ja del anónimo que teníamos impresa en
Espafia desde el siglo
xv,
con los títulos de
« Contemptus mundi
»
(Zaragoza, 1490),
«lmitacion de J esuchrist» (Sevilla,
I
493),
<<Libro de remedar a Christo
»
(Burgm,
1495)
y
«Del menosprecio del mundo» (To–
ledo,
1
500 ).
Esto supuesto, que es lo primero
y
prin–
cipal que hace á nuestro propósito , se nos
ha de permitir que, saltando por las impos–
turas y calumnia con que salpica su última