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458

LOS IV LIBROS DE LA IMITACION DE CHRISTO

1

ca rta el l\Iinistro de Carlos III, só lo compa–

rables con las del

Prólogr;

del Obispo de

Barcelona, como nacidas probablemente

unas

y

otras de los compromisos de sus res–

pectivos autores con la cismát ica y mil ve–

ces condenada

Iglesz"a de Utrecht,

pasemos

en seguida al segundo punto que se trata

en esta correspondencia, conviene á saber,

al de si fu é, en efecto, el P. Nieremberg el

verdadero autor de la nueva trad ucción ó

arregJo del Kempis qu e se le atribuye,

6

si

la tal atribución fué puro in vento del cere–

bro del P. Muniessa.

Esto segundo, no desmentido por el se–

ñor Roda, es lo que parece que nos quiere

persuadir el Sr. Climent en su absoluta y

terminante fó rmula de que «desp ues de

muchas diligencias no se ha podido hall ar

otro, ni Jesuita ni no Jes uita, antes del

P. Muni essa, que atribuia tal version al

P. Nieremberg».

A

fe, que no debieron dé ser «much as»

que digamos, ni muy exquisi tas, las

<~ dili­

gencias» que hi ciera el Sr. Clirnent para

averiguar lo q ue tan resueltamente nos

afirma, cuando ni él ni ninguno de sus

ami gos

y

corresponsales t ropezó co n un

triste ejemplar siquiera de la edición an–

tuerp iense de

1656 ,

cuya portada en cabeza

este artícu lo, ni de la también antuer piense

de

1664

1

ni de las lyonesas de

1665

y

i 673.

Pu es, á haber logrado ver algún ejemplar

de esas ed iciones, no se escapa ra

á

la pene–

tración del Sr. Climent, ni

á

sus estudios

de cronología ap li cada al cálc ulo, la conse–

cuencia de que, siendo las fechas de

1656,

1664

1

r6 65

y

1673

anter iores

á

la de

167 6,

en que el P. Muniessa aprobaba la ed i–

ción de Barcelona, mal podía ser él el pri–

mer o entre Jesuítas

y

no Jesuítas,

á

quien

se le ocurriera atribuir al P. Nieremberg

una traducci ón que se estampaba , con su

nombre desde hacía veinte años justos.

No veinte precisamente, pero sí diez. asi –

mismo justos

y

cabales, hacía que el Padre

Alonso de Andrade

h ~bía

publicado en Ma–

drid, como continuación de los cuatro del

P. Nieremberg, el

<~Tomo

Qvinto» de los

«Varones Ilvstres» de la Compañía, con la

particularidad de que, como buen discípulo

y

sucesor inmediato del difunto bi ógrafo,

tuvo la atención y delicadeza

le

comenzar

la nueva seri e con la «Vida 9el mvy espi–

ri tval, y ervdito Padre loan Evsebio Nie–

remberg >> (págs.

I-57),

.de la cual, por más

sefias, hay también traducción italiana, im–

presa ya en Venecia el año de

i674.

Pues

bien: el P. Andrade, en ese torno, dado

á

luz, como decimos, en Madrid el de

1666,

pone al fin de la

Vida

del P. Nieremberg

una cláusula, que es sumamente raro que

no ll egara

á

noticia del Sr. Climent, ni aun

á

la de su amigo el Sr. Roda. He aquí lo

q~e

dice, copiada

á

la letra:

<~Porque

mu–

chos desean saber el número y calidad de

las obras, que el Padre luan Ensebio escri–

ui o, se pone el Catalogo dell as, asi ,de las

que dexo impressas antes de su muerte,

como de las que se han impresso despues,

y otras que estan en la Librería del Colle–

gio Imperial de Madrid, sin salir a luz.

L as

que dexo impressas en le11g1t.'.l Castellana,

son las sigztientes.

I

La v.ida de San Igna–

cio, Fundador de la Compañia de Iesus....

35

Traduccion de.Contemptus mundi, au–

mentado con alg unas deuociones» ( pági–

na

56) .

Sabid o es, y no hemos de suponer que

fu erao únicamente los Sres. Climent y Roda

los que lo ignoraran qu e el

Con temptus

mundi

del P. Andrad e es la misma ob ra

De la Imitacion de Christo,

aprobada por

el P. Muniessa el año de

i 676,

ósea, de

L os

I V L ibros,

que desde el afi o, cuando meaos,

de

I

6

s6

ll eva al fr en te el nombre del Padre

Nieremberg, y en las h ojas preliminares la

licencia del Provincial de Toledo, el Padre

F ranci sco de Montemayor, fechada y

fir–

mada á 8 de Septiembre de

1654.

¿Es creí–

ble que no supiera el P. Provincial si era ó

no realmente de su súbdito, el P. Nierem–

berg, la traducción cuya impresión autori–

zaba, n i supiera tampoco el P. Andra,de si

era ó no efecti vamente de su maéstro y

compañero la qu e se había impreso y seguía

imprimiéndose con su nombre?

Pero aquí de la crítica y erudición biblio–

g ráfi ca de Climent

y

R oda. Ni Schott, ni

Alegambe, ni Sotuelo ni Nicolás Antonio,

tienen noticia de semejante traducción , ni

ésta se incluye en la colección de ias

Obras

del P . Ni eremberg, ni hay ejemplar de ella