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268

CATHECISMO DE MADRID

cano~>.-Como

quiera que 'sea, ni Catalina

García, ni el Conde de la Viñaza

(

B1Miogr.

espaii.,

pág. 89

1

núm.

161:

cfr.

pág. 83,

núm.

141 ),

de cuya remisión debió de fiar–

se demasiado, están en lo cierto al atribuir

tal confusión á Nicolás Antonio. «FR. FRA?\·

c1scus

DE PAREJA,

Auñonensis.... Francisca–

nus, provincire Florid re, seu Sanctre Heleo re

in America prrefectus edidit:

Catecismo,

y

exame1~

para los que comulgan, en lengua

Castellana,

y

Timuqua11a .

Mexici

i614.

8

&

162 7» ,

dice explícitamente este biblió–

grafo

(1,

456).

5741.- Cathecismo de Madrid, y ex–

plicacion breve de la Doctrina Christia–

na, corregido, y aumentado segun el del

Santo Concilio de Trento. Para el uso de

el Rey, y de las Personas Reales.

P or los años de 1771 estuvo nuestro

fa–

moso P. Jerónimo de R ipalda

á

pique de

ser víctima, pues no creemos que llegara

á

serlo, de un atentado, en extremo sensible

y escandaloso, de parte de cierto amigo ín–

timo dé los Ministros de Carlos III,

á

quien,

en su

Historia de Cada s

1

V,

califica el se·

ñor Muriel de «sacerdote virtuoso

y

docto»

(v,

171 ),

con el mismo derech<? con que, tal

vez, pudiera haberle calificado de lo con–

trario.

Era éste el autor de una carta dirigida á

su digno corresponsal D. José Climeot,

Obispo

á

la sazón de Barcelona, en la que le

da noticia de su desatinado. intento en los

términos sig uientes, copiados de su oríginal

autógrafo: <<Yo ful encargado (le dice) de

componer un Catechismo,

b

imprimir Ja

traduccion que tenia hecha de los de Bo–

suet: pero haviendo yo representado que

seria mejor y mucho mas conveniente el

dar corregido el Catechismo del P. Ripalda ,

que hasta aora se a usado en Madrid , y en

gran parte de España, vinieron en ello y yo

emprendl la obra.-A pocos pasos .halle

mucho mas que hacer de lo que havia pen–

sado. Tome por Guia el Catechismo triden·

tino, y consulte el de Fr. Luys de Granada

en las materias que no se tratan en aquel.

Examine tambien a S.n Ag.n y Sto. Thomas

en muchos puntos : Ultimam. te , le dl

a

la

censura de muchos

y

graves theol ogos, que

me ayudªron infi nito con sus re paros, y ad–

vertencias, y assi, despues de da.rle mil

vueltas para hacer lo correspondiente a la

buena Doct ri na, y a las debiles fuerzas de

ntro. Pueblo, criado con maximas muy con–

tn¡. rias a la moral evangelica, lo he entrega–

do ya al impresor. - Le he quitado al Ri–

palda, como vera V. S. Ill.ª, todo el espíritu

Jesuítico, substituyendo, quaoto he podi–

do, en su lugar el de Ja Doct rina verda–

dera; y he cuidado muy mucho de dt:j arle

con el mismo metodo, que se tenia, y aun

con sus loc uci ones antiguadas, para que no

causando novedad

b

extrañ eza en el Pueblo,

este reciba mejor, y beba sin empacho las

doctrinas puras, donde bebia las corrompi–

das.-Bien veo, que no obstante, clamaran.

muchos probabilistas· pero digan de mi lo

que gusten, estoy resuelto

a

sufrir Jo que

quieran , con tal q .e se logre el fin de instruir

a los Fieles.... De Aranjuez

y

Mayo 28 de

177

r.Jph de Yeregui.»-No nos consta qué

respondería , ni si respondió siquiera el

Sr. Climent

á

esta carta; ni tampoco si se

pensó en meter

á

su autor en alguna casa de

locos, ó en darle, por lo corto, algú n benefi–

cio simple en la catedral de Utrecht, donde

ni

á

él ni

á

sus amigos les faltaban agradeci–

dos ad miradores y panegiristas. Ignoramos

igualmente en que paró el manuscrito «en–

tregado ya al impresor» por el Sr. Yéregui:

si salió

á

la luz pública, ó, lo que juzgamos

más creí ble, se suspendió su publicación por

amaños de algú n perverso probabilista. S i

así fuera, tendríamos que lamentar los fieles

cristianos la pérdid a irreparable de una

obra tal, cual es ele suponer q ue sería laque

nos presentara el «virtuoso y docto» Yére–

gui, con tantas y tao poderosas ayudas como

nos asegura haber tenido para su corrección

del jesuítico y pestilencia!

Cateci'smo

del

P . Ripalda; como si dijéramos, de aquella

especie de arsenal de «doctrinas corrompi–

das» y de «rnaximas muy contrarias a la

moral evangelica», según él, con que se ha–

bía criado

á

«o tro. Pueblo» desde fines del

siglo xvr, hasta que fué servido Dios de

concedernos en el Sr. Yéregui un denodado·