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CATHECISMO DE MADRID
cano~>.-Como
quiera que 'sea, ni Catalina
García, ni el Conde de la Viñaza
(
B1Miogr.
espaii.,
pág. 89
1
núm.
161:
cfr.
pág. 83,
núm.
141 ),
de cuya remisión debió de fiar–
se demasiado, están en lo cierto al atribuir
tal confusión á Nicolás Antonio. «FR. FRA?\·
c1scus
DE PAREJA,
Auñonensis.... Francisca–
nus, provincire Florid re, seu Sanctre Heleo re
in America prrefectus edidit:
Catecismo,
y
exame1~
para los que comulgan, en lengua
Castellana,
y
Timuqua11a .
Mexici
i614.
8
&
162 7» ,
dice explícitamente este biblió–
grafo
(1,
456).
5741.- Cathecismo de Madrid, y ex–
plicacion breve de la Doctrina Christia–
na, corregido, y aumentado segun el del
Santo Concilio de Trento. Para el uso de
el Rey, y de las Personas Reales.
P or los años de 1771 estuvo nuestro
fa–
moso P. Jerónimo de R ipalda
á
pique de
ser víctima, pues no creemos que llegara
á
serlo, de un atentado, en extremo sensible
y escandaloso, de parte de cierto amigo ín–
timo dé los Ministros de Carlos III,
á
quien,
en su
Historia de Cada s
1
V,
califica el se·
ñor Muriel de «sacerdote virtuoso
y
docto»
(v,
171 ),
con el mismo derech<? con que, tal
vez, pudiera haberle calificado de lo con–
trario.
Era éste el autor de una carta dirigida á
su digno corresponsal D. José Climeot,
Obispo
á
la sazón de Barcelona, en la que le
da noticia de su desatinado. intento en los
términos sig uientes, copiados de su oríginal
autógrafo: <<Yo ful encargado (le dice) de
componer un Catechismo,
b
imprimir Ja
traduccion que tenia hecha de los de Bo–
suet: pero haviendo yo representado que
seria mejor y mucho mas conveniente el
dar corregido el Catechismo del P. Ripalda ,
que hasta aora se a usado en Madrid , y en
gran parte de España, vinieron en ello y yo
emprendl la obra.-A pocos pasos .halle
mucho mas que hacer de lo que havia pen–
sado. Tome por Guia el Catechismo triden·
tino, y consulte el de Fr. Luys de Granada
en las materias que no se tratan en aquel.
Examine tambien a S.n Ag.n y Sto. Thomas
en muchos puntos : Ultimam. te , le dl
a
la
censura de muchos
y
graves theol ogos, que
me ayudªron infi nito con sus re paros, y ad–
vertencias, y assi, despues de da.rle mil
vueltas para hacer lo correspondiente a la
buena Doct ri na, y a las debiles fuerzas de
ntro. Pueblo, criado con maximas muy con–
tn¡. rias a la moral evangelica, lo he entrega–
do ya al impresor. - Le he quitado al Ri–
palda, como vera V. S. Ill.ª, todo el espíritu
Jesuítico, substituyendo, quaoto he podi–
do, en su lugar el de Ja Doct rina verda–
dera; y he cuidado muy mucho de dt:j arle
con el mismo metodo, que se tenia, y aun
con sus loc uci ones antiguadas, para que no
causando novedad
b
extrañ eza en el Pueblo,
este reciba mejor, y beba sin empacho las
doctrinas puras, donde bebia las corrompi–
das.-Bien veo, que no obstante, clamaran.
muchos probabilistas· pero digan de mi lo
que gusten, estoy resuelto
a
sufrir Jo que
quieran , con tal q .e se logre el fin de instruir
a los Fieles.... De Aranjuez
y
Mayo 28 de
177
r.Jph de Yeregui.»-No nos consta qué
respondería , ni si respondió siquiera el
Sr. Climent
á
esta carta; ni tampoco si se
pensó en meter
á
su autor en alguna casa de
locos, ó en darle, por lo corto, algú n benefi–
cio simple en la catedral de Utrecht, donde
ni
á
él ni
á
sus amigos les faltaban agradeci–
dos ad miradores y panegiristas. Ignoramos
igualmente en que paró el manuscrito «en–
tregado ya al impresor» por el Sr. Yéregui:
si salió
á
la luz pública, ó, lo que juzgamos
más creí ble, se suspendió su publicación por
amaños de algú n perverso probabilista. S i
así fuera, tendríamos que lamentar los fieles
cristianos la pérdid a irreparable de una
obra tal, cual es ele suponer q ue sería laque
nos presentara el «virtuoso y docto» Yére–
gui, con tantas y tao poderosas ayudas como
nos asegura haber tenido para su corrección
del jesuítico y pestilencia!
Cateci'smo
del
P . Ripalda; como si dijéramos, de aquella
especie de arsenal de «doctrinas corrompi–
das» y de «rnaximas muy contrarias a la
moral evangelica», según él, con que se ha–
bía criado
á
«o tro. Pueblo» desde fines del
siglo xvr, hasta que fué servido Dios de
concedernos en el Sr. Yéregui un denodado·