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CARTAS HISTÓRICO-APOLOGÉTICAS

265

Lima,

para que

a

costa de ellos_t atendiese

al P.

Fran.co

con quaoto -hubiese menester,

asi para su manutencion, como para el

fo–

mento de las Misiones, en que se hallaba ....»

(1,

348-49).-Algo más adelante añade el

mismo P. Velasco lo que sigue: «Sale

a

luz

en

Madri"d

la Obra del P. Manuel Rodri–

guez con titulo de

Marafion,

ó

Amazonas::..

Su intento fue seguir la Historia solo hasta

el año de 1682; mas recibiendo muchas nue–

vas noticias por cartas; y especialmente las

dos que escribio el P. Fran .<

0

Viva

a

ItaNa,

añadio hasta el presente afio [de i684] lo

que pudo, formando el 6.

0

,

y vltimo Li–

bro....» (r, 356) .

La poca exactitud de este segundo párra–

fo nos fuerza á mirar con algún recelo y des–

confianza lo que en el primero se nos ase–

gura de las «dos bellissimas, y muy difusas

Cartas» del P ..Viva, «publicadas en su ori–

ginal Toscano».

Bien es verdad

q~e

el P. Rodríguez nos

habla de «varias cartas que escrivio desde

Quito

a

España, e Italia» (pág. 372)

un.ce–

loso misionero italiano, cuyo nombre nos ·

oculta, aunque sabemos haberlo sido el

P. Viva; pero sólo nos da á conocer una de

ellas, intitulándola «informe, que haze de

lo que sabia de aquella Mission [del Mara–

ñon}) (pág. 372), y también «relacion , que

el haze

a

Roma» (pág. 377)

ó

que

<~embio

a

Roma

a

persona, que influyesse en la ida

de sugetos [á dicha M.ision ]» (pág . 373) .-.

Esta

Carta,

dirigida

á

uno de la Compañía

y fecha en «Quito, y Iunio, doze de mil

seiscientos, y ochenta, y dos» (pág. 383), es

la única del «missionero italiano» que hubo

de llegará manos del P . Rodríguez; la úni–

ca, por lo menos, de que se vale, partiéndo ·

la en dos trozos é insertándola en las pági–

nas 373-374, 377 -383 de su obra

El Mara–

ñon,'y Amazonas.

¿Contribuiría esta circunstancia

á

que se

dejara alucinar el P . Velasco y se figurara

que eran

realmen.te

dos

Cartas

di versas lo

que de la correspondencia

d.el

P. Viva nos

copiaba con toda religiosidad el P . Rodrí·

guez?-Tenemos por- cierto que sí; -y por

muy probable que, para suponerlas impre–

sas anteriormente en su «original T oscan_o»,

pudiera haberle movido la especie de que

ese parecía el camino más seguro para que

llegara á él su noti cia.-Pero, en realidad,

no había tal cosa: En la Procuraduría de

Madrid pudo ver el P. Rodríguez la «Copia

de carta de vn Missionero de la Prov.ª de

Quito en las Indias Occidentales; escrita a

vn confidente suyo de Italia diziendo de su

viaje en gaieones del año 80, y de la Mis–

sion y. mucha gentilidad del Rio Marañon

a cuyas reducciones entraba con gustosas

noticias

el

año passado de 1682»; manus–

crito en fol.º, de 4 hojs. n. fols. (que hoy se

conserva en la Bibl. de la Hist., con la nota:

«Es del P . Francisco Viva»).

~i

se vaya

á

sospechar que el ser justa–

mente

Copia

ésta de Madrid arguye que

pud iera serlo traducida de la

Carta

impre–

sa originalmente en Nápoles. Pues sabido

es que la-s co pias solían sacarse, por lo regu–

lar, de aquellos documentos qu e no se des–

tinaban

á

la imprenta, pero merecían ser

conservados con el mayor cuidado, para

que no se perdiera su memoria, principal.

men te si eran de cosas que tocaban á las

Misiones, como éste, por ejemplo, del

P. Viva, taG digno de qµe corriera por

nuestros Colegios de España.

Mas, sobre lo dicho, hay una razón, á

nuestro juicio, convincente de que ni la

Copia

de Madrid ni la del P. Rodríguez

pudieron tomarse de un texto impreso en

Nápoles ni en ningún punto de Italia. La

primera parte de la

Carta

del

f.

Viva es

de tal condición, que ni el que la recibió se

atreviera á publicarla allí sin consentimien–

to de su familia, ni ésta hubiera de avenir-·

se á consentir su publicación, por más que

aquél la solicitara . Los cargos que se le ha–

cen en ella, si bien muy fundados , sólo pue·

den tener lugar en una carta puramente

confidencial, escrita á persona no menos

discreta que enterada á fondo de las terri–

bles y hasta inicuas persecuciones que tuvo

que padecer el insigne misionero de parte

de sus deudos, conjurados

á

rio dejar piedra

por mover en orden á impedirle que se em–

barcara para las Indias, adonde Dios le lla–

maba.-Esta nos parece haber sido la causa

de que el P. Rodríguez nos encubriera tan

cautelosamente el nombre del P. Viva, t e–

meroso, sin duda, de que se viniese pc.r él