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!.XV -

puede encontrar algo que, substituyendo á las ocho

Bienaventuranzas, haga feliz al hombre: ellas regulan

no solamente la vida del individuo, sino también la ele

toda

la

sociedad; pues ellas son el fundamento para

el orden social del mundo cristiano.

ue tro Selior

manda y pide con toda mansedumbre

y

benignidad,

declarando dichosos

á

los que cumplen su nueva ley·

ordena de la manera más consoladora, prometiendo una

recompensa gloriosa. Los artículos de la antigua ley

empezaron con "debes'', los de la nueva principian con

"bienaventurados''. Como gracia benévola y benéfica

caen las palabras de la nueva ley, semejantes á b:Ll–

samo, en las llagas espirituales de la humanidad.

Las ocho Bienaventuranzas se llaman así por me–

tonimia;· pues, como actos de virtudes y principalmente

como obras de los dones del Espíritn Santo, son la

causa y prenda de la bienaventuranza eterna y aun el

principio de ésta por el consuelo que dan ya en la

vida actual; pero propiamente son actos perfectos de

las virtudes sobrenaturales é infusas (de las tres teolo–

gales ·y cuatro cardinales) y mayormente obras ..de los

siete dones del Espíritu Santo; son un compendio de

la vida cristiana y de la perfecta, es decir, de la vía

pnrgativa, iluminativa y unitiva. Son, pues, la última

perfección de las virtudes infusas

y corresponden,

según San Angnstín (De Serm. Domini in monte

lib. 1, c. 4),

á

los siete dones del Espíritu Santo, del

modo siguiente.

La primera Bienaventnranza: "Biena–

venturados son los pobres de espíritu, porque de ellos

es el reino de los cielos", es obra del don de temor