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LVIII -
Señor." Entró, pues, el Espíritu Santo en el alma de
· Jesucristo con los dones de sabiduría
y
de enten–
dimiento para la vida interior
y
contemplativa; con los
dones de consejo
y
de fortaleza para Ja vida exterior
y
activa ; con los dones ele ciencia
y
de piedad, que
abrazan ambas vidas, la contemplativa
y
la activa;
y·
con el temor ele! Seiíor que, por consistir este temor
en la humildad, es el fundamento de los demás
clones.
Cristo, como hombre, era desde el primer momento
de su existencia lleno de gracia
y
ele verdad (loan.
1, 14),·
era unido con Dios por la gracia consumada, de una
manera perfectísima en el conocimiento
y
amor, de
uerte que la lumbre ele la gracia era en Jesucristo
siempre
y
al mismo tiempo lumbre ele la gloria,
y
Cri to gozaba ele ele el principio de su exi tencia ele la
visión beatífica. En esta visión inmediata, ó, lo que es
lo mismo, en el conocimiento deiforme de Dios. consiste
la plenitud ele la sabiduría del alma ele Cri to.
Conociendo
1í
la Divinidad en la vi ión beatifica del
modo intuitivo, veía el alma de Cri to también lo
clecrotos ele Dios en cuanto
:1
su obrar ad extra.
A
i
es cómo Cri to conocía por el don ele entendimiento la
venidera destrnccióu ele
b
ciudad
y
del templo de
Jerus:iléu con todas us circnnst:iucias tenibles.
A
imi mo poseía el alma de Jesucristo el don ele
·on ejo en u ¡1leuitud,
y
lo mostraba eµ
1
1
arias cir–
cun tancia de u vida mort:il referidas por el auto
Evangelio. Los escrib:i
y
fari eo , envidio os de la
afición
y
confianza del puelilo, las cuale e ganó Jesús