-
LVI! -
elia el Espíritu Santo con toda su plenitud (Is. 11, 2 ;
56, 1 ; Luc. 4, 1
y
18 ; .Act. 10, 38:, las potencias in–
telectuales del alma de Cristo recibieron una perfección
excelentisima é inmensurable; no se cambió el alma en
su esencia natural, sino que se agregaron clones (gra–
cias especiales) qne hacían obrar sobrenaturalmente las
virtudes intelectuales del alma ele Cristo. Eu efecto,
entrando el Espíritu Santo con toda su plenitud en el
alma de risto, fu é dotada co11
la gracia santificante,
las virtudes infu as y los sieie clones ele este Espíritu
divino en un grado perfectísimo é inmenso desde el
primer ·momento de su exi iencia. .Así es cómo en
Jesucristo 'e t<in todos los tesoros de la sabiiluría
y
de la ciencia" (Col. 2, 3). Esta sabiduría
y
ciencia
manifestó. el alma ele Cristo en varias ocasiones ; pues
los Evangelio 11os relatan de Cristo, hablando de Él
como hombre, que conoció
y
"penetró al momento con
su espíritu" (Marc. 2, 8) los pe11samientos más escon–
didos de los hombres,
y
predijo los secreto del por–
venir, sin que la Escritura Sagrada indique jamás que
estos conocimientos fueron comunicado á
Crist~
por
una revelación especial de Dios; al contrario dice San
Juan (6, 65) que Cristo bien sabia, des de el prin–
cipio , cuáles eran los que no creían
y
quién le había
de entregar.
Los dones del Espíritu · Santo especifica Isaías
(11,
2.
3):
"Reposar:í. sobre él (Jesucristo) el Espíritu
del Señor, espíritu de sabiduría
y
de entendimiento,
espíritu 'de consejo y ele fortaleza, espíritu de ciencia_
y
de piedau;
y
estará lleno del espíritu del temor del
•
i".:1tuu1 1
Vndemél!lllll.