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la par que la gracia sacramental sale misteriosa–
mente del sacrificio incruento de Jesucristo.
Habiendo el Ir Conc. Qnit. introducido el'Rit. Rom.,
no quedan abrogadas por esto otras costumbres, con tal
que sean laudables, p. ej.: la velación, pues el mismo
Rit. Rom. con el Oonc. 'I'rid. desea que se conserven
en la celebración del matrimonio las costumbres lau–
dables que "fuera del Rit. Rom. existen en las provin–
cias ecleshisticas.
.Aunque no conociéramos por la Escritura Sagrada y
la doctrina de la Iglesia el influjo del demonio en el
orden físico y moral, podríamos experimentarlo por sns
hechos. El pueblo lo nota también, pero en lugar de
recurrir
á
los medios de la Iglesia acude muchas veces
á
las nper ticiones, en otro término, quiere echar al
demonio por medio del demonio. Los auxilio contra
el poder del infierno son la oración y
los exorcismos
y
bemlicioues de
la
Iglesia, en especial el agua
bendita.
Santa Teresa dice en su vida (e. 31) : "De
muchas veces tengo experiencia, que no haY, cosa
con que huyan los diablos más, para no tornar, que
con el agua bendita." El Brev. Rom. (Pro Clcr. Roro.
11 mai.) refiere: ".Alexander decrevit, ut aqna benedicta
sale admixta, sacris precibns interpositis, tam in templis
qnam in cnbicnlis ad fngandos dremones perpetuo asser–
varetnr." La virtud del agna bendita nos la enseña
auténticamente el Rit. Rom. en el Ordo ad faciendam
aqnam benedictam, del cual hemos tomado lo que de–
cimos sobre el agua bendita en el artículo de los
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