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aquello redondean y hacen ' pelotas, que aunque pe–
sadas
y
por consiguiente duras para la mano, botan
y
saltan ·muy bien, y mejor que nuestras pelotas de
viento".
Juan de Torquemada, autor de la
Monarquía
ind1:ana,
impresa en
I
6
I
3, describe el árbol que da
el hule, al cual árbol lo llama él
ú lqztah zútl,
y
habla
extensamente de cómo recogían los. indios la goma
. elástica que produée y los usos á que la destinaban;
entre otras cosas cuenta que " acostumbraban anti–
guamente los reyes
y
señores hacer zuelas
y
zapatos
á
su usanza, de este dicho
u lli
y
se las mandaban
calzar á los truhanes ó chocarreros, enanos
y
corco–
bados de palacio, para burlar de ellos, por que no
podían andar con ellos sin caer y
tantas eran las
caídas, cuantos los pasos que daban, de que gusta–
ban mucho, por que era motivo de muchos motes y
dichos, que .al propósito .se decían y particulares ac–
ciones
y
movimientos los qu e se hacían.
Usan de
él los nuestros para encerrar capas aguaderas, hechas
de cañamazo que son
~uenas
para resistir el agua;
pero no para el sol, por que su calor
y
rayos lo de–
rriten.
[Libro
X~V,
cap. XLIII]. ·
Fray Diego Durán
(
Hz'st.
de
las
lnd.
de
N.
E sp.,
tomo II, pág. 244) dice·:
"Llámase la materia de
esta pelota
olúz
lo cual ·en nuestro castellano he oído
nombrar por este nombre
bátel
lo cual es una recina
de un árbol .particular que cocida se hace como unos
nierbos: es muy tenida y preciada de estos así para
medicinas de enfermo como sacrificios".
Los quichés daban el nombre de
honi
al
lugar
destinado para
er
juego de la pelota; esta se desig–
naba con el vocablo
pak,
y
el acto de jugarla se es–
presaba con el verbo
chalt.
Los aborígenes de Cuba y de Haití llamaba
B a-