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MARQUÉ DE .AVILÉS.
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comprimir por algun tiempo la aspiracion ya pro-,
nunciada .por la independencia.
A mediados de 1805 a · rtó en el Cuzco una
con~
juracion, delatada por un falso cómplice. El huanu–
queño D. Gabriel de Aguilar, min ralogista, que
habia viajado por el interior del Perú y por Euro–
pa, concibió en la antigua capital de lo Incas el
pensamiento de establecer un imperio indepen–
diente. La opinion estaba allí prep rada desde lar–
go tiempo; pue veinticinco años ánte · habían cir–
culado con mucha aceptacion pa quines en que se
decia: Levántate, JJgarte
~
qu queremos
coronar~é.
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La terrible revolucion de Tupac Amaru ólo habia
contribuido á diferir ideas, que hallaban eco en ·to–
das las clases. Al proponerlas Aguilar, encontró
bien dispuestos para ecundar sus planes , al abo–
gado D. Márcos Dongo, protector de los naturales,
al lector de la recoleta franciscana Fr. Diego Bar- '
rancos , al capellan del hospital de San ndres don
Bernardino utierrez,
á.
Ca i uaman, omisario de
los indios nobles ,
y,
entre otras persona m no no–
tables, al teniente , a e ·or de aquella intend ncia
D. Manuel Ubalde. Era éste un abo ado de co tum–
bres muy arregladas, dado la práctica de devo–
cion
y
muy inclinado
á
tomar us sueño por vi io- .
nes celestiales . De acuerdo con el autor de la conju–
racion, habló al regidor D. Manuel Valverde y Am–
puero, ase urándole, que segun sus revelacione
,
le destinaba el cielo para restablecer el trono de sus