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292:

D. JOSÉ ABASCAL.

ministracion. Pocos jefes tuvo el

~erú,

que supieran

hacer olvidar, como él, lo vicios del absurdo sis–

tema colonial con ·el celo i · strado en promover los

.intereses

1

públicos

y

con su admirable sagacidad

para conciliarse la benevolencia general.

Las autoridades españolas necesitaban estar muy

s0bre sí para no caer vergonzosamente en el terri–

ble sacudimiento, que amagaba en América

y

en

la península. Miéntras en las Pampas argentinas se

agitaba impaciente el indomable gaucho brioso de

alma

y

cuerpo, cerca del remoto Orinoco

desplega~

ba igual pujanza

é

instintos de independencia el

intrépido llanero de Venezuela: ambos iban á ser

fortísimas celumnas de la jóven América, llamado

el primero á independizarla por los entendidos hijos

de Buenos-Aires,

y

excitado el segundo por su com–

patriota Miranda, que habia sido favorito de Cata–

lina II

y

general de la

repúb~ica

francesa. El cau–

dillo venezolano fracasó en la tentativa revolucio–

naria, que acometió en

1806

con el auxilio de los

ingleses; pero dejó sembrados los gérmenes del le–

vantamiento en aquella tierra candente. que debía

dar

á

la independencia los caudillos más osados, ,

más constantes

y

de talentos iguales

á

su arrojo .

.Entre tanto la monarquía se estaba hundiendo en

el abismo de la debilidad

y

corrupcion. La marina,

que, con un yastísimo imperio colonial, debía pre–

sentar la mayor fuerza

y

que bajo Cárlos Ill llegó

á

c0ntar 76 navíos

y

51 fragatas, apénas ofrecía seis