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D. JOSÉ

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ABASCAL.

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tral, que dirigia la defensa de la España, hubo de

refugiarse en un rincon de Andalucía. · Mas no por

eso se desalentaron los atriotas: á cada gran re–

ves se envalentonaban más y difundían la confian–

za exclamando:

'No importa,

con tanta fe como de–

cision; los guerrilleros, que pululaban por todas

partes, hacian sufrir graves pérdidas

á

los vence–

dores, hasta en sus mismos campamentos, y pro-

. baban una· vez más, que la España se conservaria

independiente despues de haber sido el sepulcro de

los dominadores de Europa.

La lamentable situacion

á

que se habian visto

reducidos los dominios españoles por tres siglos de

gobierno absoluto, junto con los progresos del es–

píritu liberal, hizo creer á los patriotas, que, al sa–

crificarse por la defensa de su Rey, no debían ol–

vidar el restablecimiento de las antiguas "liberta–

des; al mü::mo tiempo que combatian contra el ex–

tranjero, principiaron_

á

extirpar abusos seculares,

y trataron de reunir la representacion nacional para

que asegurára los derechos comunes con una buena

Constitucion. La Regencia, que se creó para gober–

nar en ausencia del

Mon~rca,

no desconoció los de

la América española, y con la franqueza más hon–

rosa

á

sus intenciones dijo : «Desde este momento,

españoles americanos, os veis elevados

á

la digni–

dad de hombres libres; no sois ya los mismos que

ántes, encorvados bajo un yugo mucho más duro,

miéntras más distantes estabais del poder, mirados