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onnE
LA l\EVOLUCIO
OE INGLATEl\l\A.
419.
Di
cuti6 con los
E
lado generales de Holanda la conveniencia de se–
m
~ante
empre a, y les pidió su aprobacion y su apoyo. Dió cuenla n
olo
á
los principes protestantes, ino ha la al mismo emperador de Ale–
mania y al rey de
E
paña que ccr a de algunos gabinetes se demostraba
orno defon or del protestantismo y erca de otros como so tenedor del
equilibrio europeo. Jamás empre a alguna fue tan anticipadamente ni con
lanla claridad confesada, di cutida, ni ju tifi ada: niagun
0
abinele euro–
peo pudo dejar de comprendel'la. Bajo la magnitud de la cau ·a y de su
re ultados de aparecia por completo toda id a de on pira ion ó de ambi-
ion personal. Finalmente antes que se cumpli ran uatro me es de Ja 1l -
gada del men age de Ilerbert, Guillermo parlió para Inglaterra al frente
de una escuadra y un ej reílo, mereciendo la aprobacion tácita do la ma–
yor parle de lo raye , Irote tante ó atólico yhasta la del mi mo 1apa
Inocencio Xl
á
quien lo arrogantes a Lo de Lui XIV in
¡
iraban tanto
resentimiento, orno profundo desprecio la loca temeridad de Jac bol!.
olo este monarca es el que nada comprendió ni nada cr yó.
En
vano
guia recibiendo de Luis XIV informes exactos,
y
eficaces prome a de·
apoyo; en vano us mismos ag ates en Paris y en la apita! de Holanda
le avisaban ele todo lo preparativo yprogreso de la spedi ion . Jacob
de echó las propo icion s que se le hicieron , y cerróel oitlo
á
toda adver–
t
ncia. Por un resto de orgullo ingle
y
de u régia dignidad no qui o.
v¡r e defendido pfiblicamente por soldados de un rey e tranjero , cuyos;
socorros babia aceptado secrelam nle sin ruborizarse: n el fondo de
sw
alma se ocultaba un temor , un presentimiento de su impotencia que bor–
·raba la idea del próximo peligro.
Io le engañaba en realidad ese presentimiento.
Ia
de sei semanas
tra currieron desde el desembarque de Guillermo en Inglaterra
y
u en–
trada triunfal en Lóndres. Venia atravesando lentamente el pal
Lan
di -
pue Lo
á
encontrar re islen ia como
á
recibir felicitaciones. Así llegó por
último á la capital sin haber tenido que v ncer la menor opo icion; pues
ni una gola de sangre se derramó en defensa de Jacobo JI.
E
Le por su
parte mostrándose tan abatido enmedio del peligro , como obstinado ha–
bía sido en no querer preveerlo , int ntó recuperar
á
fuerza de bajezas lo
que babia perdido por u temeridade :se retractó de uanlo había he ho,
devolvió
á
lo pueblos sus ordenanzas municipales ,
á
las universidades
u
pri\~legíos,
á
los obi pos sufavor, despidióde su consejo al jesuita
Pelr , y trató de negociar conGuillermo.
Todo fue inútil , permanc iendo encerrado en su palacio
á
cada ins-