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HJSTOIUA

lera, seguido de los cornisionados y doméslico , y Joyce se adelantó ilá–

cia él. tdoyce, dijo el rey, os pregunto en virtud de que autoridad prc–

tendeis apoderaros de mi, y acarme de este

c~

tillo.- eñor, en virlud

de la del ejército

y

para prevenir los planes de su enemigos que quieren

por segunda vez sumergir en sangre el reino.-Esta no es una autoridad

1gal ; solo conozco en Inglaterra la mia y la del parlamento : ¿teneis al–

guna comision escrita de Fairfax ?-La tengo del ejército, y en él viene

omprendido el

general.-~o

vale esla re pue ta; el general e la ca–

beza del ejército :

¿

teneis comi ion por

e~cri to

?- eflor, ruegoos que no

me hagais ma preguntas : be respondido ba tante.- amo , Jo ce, sed

franco conmigo; decidme ¿qué comi lon teneis?-Vedla, señor.-¿Dón–

cle ?-Alli.-¿Dónde ?-Detrás de ml;>l yseñalaba us oldado. t<Jamá,

dijo sonriéndose el rey, he visto una comision semejante; convengoque e -

tá escrita eu brillantes caracteres : esos señores son de buena talla, y ie–

nen bien equipado . Pero tenedentendido que para sacarme de aqui os se–

rá necesaria la violencia, si no me prometeis que seré tratado con respeto

' que no se exigirá de mi nada que turbe mi conciencia ni manche mi bo-

nor.-Nada, nada , esclamaron lo soldados.- o e nue tra máxima,

repuso Joyce, forzar la ciencia de nadie,

y

mucho menos la del rey.–

¿Dónde me vais á conducir ?-A Oxford, señor,

.i

o place.-No, aquel

aire no es sano.- Cambridge pues.- Jo, ma me gusta Jewmarket,

on mejores los aires.-Como os plazca, eñor.

l>

El rey se retiraba, y lo

comisionados dieron algunos pasos hácia la tropa : t<

eñore , dijo lord

Montague, nos hallamos aquí en virtud de la confianza del parlamento,

ydesearíamos aber i aprobai cuanto acaba de decir Jo ce.-

í,

si.–

Diganlo en alta voz los que quieran que el rey permanezca aqui con no-

otro .-Nadie, nadie.>) fanife Lada de esta manera su impotencia, se

.ometieron los corni ionados. Tres de ello subieron al coche del rey, lo

otros montaron á caballo,

y

Joyce dió órden de partir.

Al propio tiempo salió para Lóndre un men ajero, portador de una

arta en que este anunciaba

á

roinwell que todo babia salido perfecta–

mente. i no se

encontra~e

Cromwell en la capital debía ser entregada la

carta

á

ir Arluro Baslerig,

y

en falta de l al coronel Fleetwood. Este

fue quien la recibió, pue Cromwell se hallaba en el cuartel general al

lado de Faü

fax,

sumamente inquieto con lo que acababa rle suceder. t< o

me gu ta esto, dijo á Ireton, ¿quién ha dado tales órdenes?-Hemanda–

do, respondió Ireton, que se asegurasen del rey en Holmby ; pero no que

lo saca ·en de alli.-Ba ido forzoso, dijo

tOm\

ell, que acababa de lle-