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JU
TOnI\
bil gra edad del monarca. Despues de una lectura de una declaracioo
equivoca, se retiraba este apresuradamente para evitar toda reclama–
cion, cuando el jóven Fairfax logró acercár ele, se po tró delante de él,
y puso la peticion sobre la silla de su caballo, desafiando de este modo
y en tal actitud la ira del monarca, que en vano espoleó su caballo y lo
lanzó bruscamente contra Fairfax para obligarle á marcharse.
Tanta osadfa en presencia del rey y en .el condado mas adicto
á
su
causa, aterraba
á
los realistas, sobre todo
á
los que venian de Lóndres,
y habían sido testigos del poder y del ardor del parlamento. Bastante es,
decían entre si, haber dado al monarca un peligroso testimonio de nues–
tro celo ; no no comprometamos mas ; y a i lo hacían , permaneciendo
en York arrinconados por el temor. Cárlo les pidió una declaracion de
Jos motivos que los habían impul ado
á
salir de Lóndres : la nece itaba
para sentar por principio que despues de tanta violencia , no iendo ya
libre el parlamento, dejaba de ser legal. La firmaron; pero al otro dia
se presentaron muchos al rey, diciéndole que si la publicaba no podrían
menos de desmentirla. «¿Qué quereis pue · que haga de ella?
n
les dijo
Cárlos con acrimonia; mas ello in i tieron
1
y aquel documento no so
publicó. A pesar de la afluencia
y
de la bravatas de lo caballeros, na–
da se hacia; dinero, armas, municiones
y
aun !veres, todo faltaba en
York : apenas el mi mo rey tenia conque mantenerse con alguna decen–
cia. La reina había vendido en Holanda algunas joyas de la corona;
pero era tal el poder de las amenaza del parlamento, que trascurrió
largo tiempo antes que encontrase medio de hacer pa ar al rey su pre–
cio. Prohibió
e~te
á
todos su súbdito obedecer el decreto sobre milicia,
y
<lió comision
á
lo jefe reali tas de lo condado para levantar y orga–
nizar gente en u nombre. De allí á poco, para di minuir el efecto de
e ta medida, protestó que no deseaba hacer la guerra; y los lores pre–
sentes en York declararon (1 junio 1642) por un acto oficial que se
procuró circular, que ningun preparativo, ningun pa o llegado
á
su no–
ticia les anunciaba emejante intencion. Tanta incertidumbre
y
falsedad
no era solamente debida
á
la falta de nervio ; desde la llegada de los
fu–
gitivos del parlamento, Cárlos estaba bajo la suge tion de Jos mas opues–
tos con ejo .
Los juri con ulto , lo rnagi trado , los hombres abios, convencido
de que en el respeto al pueblo por el órden legal e taba toda u fuerza,
querian que e limitara
á
observar estrictamente las le es, deja e al
parlamento el cargo de u violacion · Jo caballero estaban sin ce ar di-