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DE LA REVOL CION DE INGLATERRA.

13"

No e peraba el parlamento otra re puesta, y en cuanto la hubo reci–

bido de aparecieron las dudas. Di cutió e sobre la guerra civil (9 de juli1)

de

1642).

Una voz solamente se hizo oir para desechar el debate, yera la

rpisma que al abrirse la legislatura babia antes que nadie denunciado lo

abusos público : «Señor presidente, dijo sir Benjamín

Rud~ard,

estoy pe–

netrado ha ta el fondo del alma de aquel sentimiento que constituye el ho–

nor de la cámara yel triunfo de este parlamento; pero para juzgar bien la

situacion presente volvamos la 'ista áuno' tre años atras. ientonces no.–

hubiesen dicho que al cumplirse este plazo babria huido Ja reina bajocual–

quier pretesto

á

los Paises Bajos; que el rey se habría alejado de no–

sotros para pasar á York, diciendo ·que no estaba

~eguro

en Lóndre ;

que una rebelion general estallar1a en Irlanda; que el Estado y la iglesia

serian presa de discordias intestinas; ciertamente nos hubiera estremeci–

do tal situacion : sepamos pues apreciarla en lo ju to ahora que pe a so–

bre nuestras cabezas. Si de otra parte nos bubie en dicho que á los tre

años tendríamos un parlamento ; que el subsidio sobre buques seria abo–

lido; que los monopolios, el tribunal de alta comision, Ja cámara Es–

trellada, y el oto de los obispos se suprimirían; que la jurisdiccion del

consejo privado seria restringida ; que tendríamos parlamentos trienales,

¿qué digo? un parlamento perpétuo que nadie podría disolver sino noso–

tros mismos; seguramente que hubiéramos mirado todo esto corno un

sueño de felicidad. Ahora bien: todo lo poseemos, todo Jo gozamos, ¡y

aun pugnamos por nuevas garantías

1

La posesion actual de todos estos

bienes es la mejor, pues los unos nos garantizan los otros. Cuenta conque

buscando al través de osadas quimeras una imaginaria seguridad, no

arríe guemos lo que ya es nuestro. _unque obtuviesemos cuanto sea po-

ible de ear, nunca gozariamos de una seguridad matemáticamente infa–

lible : todas las garantias humanas pueden corromperse y fallar. La Pr -

videncia no sufre que se la encadene; quiere que el resultado esté en sus

manos. eñor presidente, ahora es cuando nos conviene concentrar toda

la sabiduria de que somos capaces, porque

á

pocos pasos de nosotros ec:–

tán ya la desola0ion y el caos. i la sangre llega

á

estrellarse contra la

sangre, nuestra ruina es inevitable. A·ese peligro no aventurarnos por la

e peranza de un triunfo incierto, ¡sabe Dios que triunfo!

Tod.os

estamo

obligados

á

hacer los últimos esfuerzos para impedir la efusion de san–

gre. Este es un delito que clama venganza, y que mancha todo un país.

alvemos nuestra libertades y nue tros bienes, pero de tal modo que sal–

v·mo asimi rno nuestra alma .

Ii

con iencia me ha mandado hablar,