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Hl TOnIA

ble que nunca, quería iempre hablar al pueblo, y se envanecia de respe–

tar en allo· grado la religion y ·1as leyes del pais. E ta reuniones

y

Ji cursos, eso gentil-hombres que abandonaban ó fortificaban sus cas–

tillos, Jos paisanos que recomponian la muralla de las poblaciones, los

camino cubiertos de viajeros armados, los ejercicio de la milicias, todo

ofrecía el aspecto de una guerra declarada, todo incita'ba á seguir el be–

lico o ejemplo de las masas. Ya la sangre babia corrido en muchos en–

cuentro , que mas bien podían llamarse riñas que combates.

Ya el rey por dos tentativas que se le frustraron de apoderarse d

Hull y de Coventry, había motivado que el parlamento le imputase la pri–

mera agresion; imputacion que ambo partido temían, pue aunque

próximos á arriesgarlo todo por sostener su derecho , temían ser res–

pOD''ables de la sangre que se derramara. Por fin, el 23 de ago to resol–

vió Cárlos llamar públicamente sus súbditos

á

las arma , de plegand en

Nottingbam el estandarte real. la seis de la tarde, sobre la colina que

domina la ciudad, escoltado por ocbociento caballos y un reducido cuer–

po de milicias, hizo leer su declaracion de guerra. Babia ya empezado

á

leerla el heraldo cuando sintiéndo e agitado el rey por alguno

escrúpulo~

tomó el papel, corrigió penosa y lentamente algunos pa aje , y lo volvió

en seguida al heraldo, quien pu o con trabajo lee1: las correccione . Re–

sonaron las trompeta y se desplegó el e tandarte que llevaba su divisa :

<<

Dad al César lo que es del César.»

Pero no se sabia donde colocarlo

ni el modo como se practicaba en otro tiempo esta antigua forma de la

convocacion de vasallos por el soberano.

Era sombrio el tiempo y oplaba con violencia el viento. alocó e por

fin el estandarte en lo interior del ca tillo, en lo alto de una torro, imi–

tando el ejemplo dado por Ricardo ID. 1dia iguiente e vió que lo

habia abatido el viento. ((¿Por qué colocarlo aqul? dijo el rey; debía

haber~e

puesto en un paraje abierto donde todos pudiesen acercársole, y

nó en una pri ion.» Lo mandó trasladar fuera del castillo} junto al par–

que. Cuando los heraldos quisieron clavarlo en la tierra, vieron que el

uelo era un peña co duri'ímo. brieron un agujero con su puñales

pero no se so tuvo el asta; por manera que durante alguna horas

les fue preci o so tenerla ellos mismo . Los concurrente se r tiraron lle–

nos d siniestros presagio . Alguno día permaneció el rey en otling–

ham, esperando en rnno que el país acudie e al llamamiento. En

I

ort–

hampton, distante alguna legua , se formaba el ejércilo del parlamento,

que con taba ya de mucho regimiento .

<<

i pru bao un golpe d ma-