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gradada que no imponía traba ningu •
na
á
sus apetitos, y por el ningún cui.
dado
que
les daba la alimentación y
el porvenir de su prole
[99]. Y
si á
és·
to
se agrega el buen trato que se daba
al negro en el Perú, se comprenderá
cuánto
se
multiplicaron; y no como
se
quiera, en
todo
el territorio, sino
en
la costa, donde no tenían otra raza con
qué cruzarse sino con la blanca.
En los Estados Uuidos, apesar de la
abolición de la esclavitud en los esta·
dos del Norte antes de la guerra con
los estados del Sur, y no obstante que
el número de negros era para
la
masa
de su población poca cosa, sinembar•
go se les repudiaba con toda energía.
«Verdad es, que en el Norte de la
Unión, la ley permite
á
los negros y
á,
los blancos, escribe Tocqneville que
viajó por el país, contraer alianzas le·
gítimas; pero la,,.opinión declararía
i1·
fame al blanco que se uniese
á
unan ·
gra; así que
seria
muy difícil citar
l
ejemplo de un hecho de
esta
clase.
En
ca~i
todos los
Est,doe
en dolfde
la
es·
clavitud se ha aboi ido, se han conce ·
dido al negro derechos electorales;
pe·
ro
si este se presenta
á votar,
espone
la
99 Samper, Ensayo sobre las revoluclo·
nes p9lrticaa y la condición socisl de las
repúblicas colombianas, Parta 1861, pági•
nas 67-8.