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· amor que consagró
á
su primera pa·
tria. Sus hijos nacen
y
se alimentan de
la.savia de la naturaleza, aprenden sus
primeras nociones de la vida en pre·
sencia de los objetoEl, de los fenómenos,
de los espectáculos que ella les ofrece,
y
en ella nacen los sentimientos que
forman el alma, las ideas que nutren
la inteligencia,
y
aunque reciban en
la cuna la tradición paterna que tien–
de
á
trasportar su pensamiento
á
lapa·
tria origuaria, esa tradición ha nacido
impregnada del aliento de las influen·
c·as locales>i (96).
Pues bien,« hallándose las éolonias
iñcomunicadas con el movimiento uni–
versal, ouyas agitaciones les eran des–
conocida ; sin llegar
á
ellas los vien–
tos de libre examen
y
de independen–
cia religiosa que se acumulaban en
en Europa desde el siglo
VI;
sin po·
der alimentar su espiritu co!l otras lec–
tura que las permitidas por el Santo
Oficio; in tener la menor interven·
cióu en el movimiento político del go·
bieroo qne desde España dirigíall los
monarca , dando las leyes
y
nombran–
do lo gobernantes; sin las exigencias
y
di tracciones del trabajo, como me•
dio de sati facer las necesidades
y
de
proporcionar una holgura privada, de
96. onz les,La tradición nacional, Bue–
no Aire ,
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