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44: -
Ja que generalmente die.frutaban .
la~
colonias, por las mismas C<lndiciones
naturales del aislamiento en que vi·
vían; acom pafiados los individuos, des·
rle la cuna hasta la tumba, por el sa·
cerdote cristiano que guiaba sus pa·
sos, con aquel hábito de uniformidad
que comunican seculares instituciones
religiosas; sin
las
peripecias de gue–
rras nacionales
ni
de trastornos ínter·
no~,
que modificaran las cosas 6 die·
ran por tierra con la autoridad de Jos
mandatarius; ·necesariamente, en tal
medio socia),
la
vida tenía
que
desli·
zarse tranQuila, monótona, sofiolienta
y
perezosa))
[97];
«entre tiestas
re)j gio~as
y
profanaEi, embriagada con
el
incienso
<lel altar
y
el
perfume de las
flore~,
en·
tre el confesiomirio
y
las
citas
clandes·
tinas, entre
la
religión
y
el amor.»
' c1Faltaba
una realidad objetiva
que pu–
diera iniciar un movimiento grandioso
en la poesía épica;»
y
la
dramática no
existió
ccporque
no pudo
llegar
aqnella
sociedad
embrio~aria
al estudio del
análisis coleetivo, á exteriorizar,
si se
quiere, su vida esencialmente priva·
dan (98).
97
DiFCUrso,
ráginas 73-4.
9f§
Mariano
I. Prado
y
Ugarteche, obra
cit!ida, paginas 37
y
40. Peralta escribi6
~lguna~
piezas drámalicas: «Comedias
del
Fénix Américano;
UB
voldmen
in
4.ºiiné~