Número
2.º
gencia en aderezar nuestra partida, y cierto ·fué traba–
jada por todos como si
á
cada uno en particular el
negocio tocara; y así cada uno en lo que se le encomen–
daba se desvelaba y ponía sus fuerzas, y con tanta llaneza
y obediencia, que los obispos y clérigos y los capitanes y
las más principales personas eran los que primero echaban
mano y tiraban de las gunmias [gúmenas] y cables de los
navíos, para sacarlos
á
la costa y para echarlos despues en
el agua, y para enbarcar la artillería y hacer todo lo de–
mas, con mirar harto ménos en la autoridad y con mayor
diligencia quelos marineros y la otra jente baja, de lo cual
no se ponia pequeño deseo á ella para más trabajar.
»Trayendo ya muy adclan,te nuestra partida, ·me hi–
cieron mensajero de Cartajena y de Sta. Marta con. un
bergantín, haciendome saber, cómo en Sta. Marta que–
daban dos navíos franceses y un patage y mucha gente
dellos dentro en el pueblo y pidiendome les enviase so–
corro, porque, robado aquello, vernien á hacer lo mismo
á
Cartajena.
·
1Dióme mucha confusion esta nueva,, porque dejarme
de partir por ocuparme en aquello no se sufría, ansí por
ser ya tan
t~rde
para la navegacion de la mar del Sur,
como por ir adelante ya
lo~
navíos que con los capitanes
se habian enviado, á los cuales rio se sufri'a sino seguir
con toda brevedad; y dejar al ménos lo de Gartajena
1
es–
tando tan á la mano, sin ayuda,
pareci~
de inhumanidad,
acordé en el Nombre de Dios de algunos vecinos
y
de
gepte de la mar que allí estaba y navíos para volver á
España, hacer aderezar barcos y los navíos que allí estaban
más prestos, y que se metiesen en ellos, yendo por sus
capita_nes algunos soldados de los que habian de ir con·
migo, y que entre ellos fuese Diego García de Paredes;
pare'ciéndome, que no solo ayudando en aquello enpczaria
á
tomar más amor al servicio de S. M., pero que tambien
se excusa ria de meterlo en el Perú, hasta en tanto que las
cosas de allá estuviesen más sin peligro; lo cual él y sus
debdos aceptaron con buena voluntad, pareciéndoles que
le honraba y daba en que sirviese, y que despues , de he–
cha la jornada, él y los otros me siguirian.
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