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Apéndices.
cosa hubiese necesidad de proveer, lo pudiese hacer con
más brevedad, sin aguardar que desde Lima se lo enviase
á mandar, despues que allí se diesen [viesen];
y
visto lo
que Villalobos de los seis escribie
y
la sospecha que dellos
formaba,
y
con la mala gana que él iba á Lima, parecién–
dole cosa grave
y
de gran desacato
y
al~ve
aquella para
que le llamaban, estuvo muy perplejo si iría ó se metería
en un navío, que en el puerto de aquella ciudad ha bia,
y
iría en busca de aquellos navíos, para meterse en ellos, si
trajesen la voz de S. M. Pero considerando cuán incierto
aquello era
y
que no habia nueva que Tierrá Firme estu–
viese sino por Gonzalo Pizarro, de donde aquellos navíos
parecía habían de venir,
y
cómo todo lo del Perú estaba
por él, sin haber pueblo ni hombre que en aquella sazon
t0,.ostrase
ot.racosa, ántes parecía estaban todos tan debajo
de su mano que le amaban y deseaban servir con vidas,
personas y haciendas; no osó sino determinarse
i~
á
Lima,
y ansí se partió en compañía de Fr. Pedro y Fr. Gonzalo,
frailes de la Merced y grandes apasionados de Gonzalo
Pizarro, y de otros de aquel pueblo. Y en la primera jor–
'nada, yendo caminando, se le cayó de la vaina la espada, y
tomándola el caballo entre las piernas se desjarretó; y con
la perplexidad que llevaba, bastó esto por pronóstico para
no continuar el camino y volverse
á
su casa ·y hacer lo
que ántes había pensado; y fingiendo que quería volver
á
tomar otra cabalgadura, dijo
á
los que con él iban conti–
nuasen su camino,
y
que si ántes que él llegasen
á
Lima,
dijesen
á
Gonzalo Pizarro lo que babia acontecido, y que
luego seria con él;
y
se volvió á Trujillo.
[Cap.
50,
f.º
103,
col.
1
.ª,,
lín.
30.]
[Lib.
2.º,
cap.
71,
f.º
177,
col.
1.ª,
lín.
23.
Princ. dt cap.]
nPar:–
tidos que fuimos de Taboga, considerando cómo ya los
tiempos y corrientes eraµ tan contrarias para la nave–
gacion, que se había de temer cairiamos
á
la Buena Ven–
tura, á donde aquellas corrientes van y hacen remolino,
y
donde no se puede sino tornar
á
arribar á Tierra Fir!Jle;
procuramos de subir la costa arriba hácia Nicarag4a, hasta
las islas que dicen de Quicari, desde donde nos pareció
que podriamos atravesar aquel golfo y que, aunque el