Table of Contents Table of Contents
Previous Page  334 / 556 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 334 / 556 Next Page
Page Background

30

Apéndices.

ibamos cuidase de la conserva de los otros, sino que cada

uno procurase cuanto en sí fuere tomar

á

Taboga; y que

el que la tomase con el navío

ó

con el barco de él, hiciese

que luego la galeota viniese en mi busca. Y con e3ta de–

terminacion y órden todos nos apartamos, y en poco rato

dejaron los otros

á

la capitana y se fueron metiendo hácia

Taboga

á

muchos bordes y con mucho trabajo y muy á

pulgadas, como dicen; lo cual la capitana no hacia, sino

siempre descaer, por ser como era muy zorrera y pesada,

que era un navío grande, ancho

y

corto, y que no se po–

dia poner contra el tiempo

á

menos de á tres vientos.

»Y yendo desta manera

y

con esta congoja, sobrevino

i

la noche un norte muy desecho, cual nunca allí, especial–

mente en aquel tiempo, se suele ver, y con muchos true–

nos y relámpagos; y entendiendo que sólo aquél nos po–

dia llevar al ménos hasta la Gorgona, y queriéndome

aprovechar de él, puse mucha fuerza en que se levanta–

sen velas cuanto fuese posible; y aunque todos decian que

no era aquel tiempo sino para asegurarlas, con la instan–

cia que puse, hice que se echasen todas y levantasen todo

lo que el alto del árbol sufriese; y así empezamos á cami–

nar contra las corrientes la vuelta de la Gorgona. Y el

tiempo se arreció y enbraveció la mar tanto, que di–

versas veces estuvimos harto cerca de zozobrar; y las

olas eran tan continuas sobre la puente de la nao, que no

babia quien allí parase; y del agua que entraba y de la

que del cielo caie , que es mucha y muy grande en

aquella parte, cuando hay aguaceros, andaba continua–

mente toda la nao llena della, ansí cámaras como todo

lo ·demás. Y los truenos

y

relámpagos eran tantos

y

tan grandes, que siempre parecie que estábamos en lla–

mas, y que venien sobre nosotros rayos, que en toda

aquella costa caen muchos.

»Todos, marineros

y

no marineros, y en especial Diego

García de Paredes, y un don Antonio de Garay, hijo del

adelantado Garay, me pedian y con gran instancia reque–

rian, que hiciese amainar las velas, dejando solamente el

trinquete bajo, para gobernar; diciendo, que, h'acer otra

-cosa, era

á

sabiendas tomar la muerte

y

género de desespe-