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Apéndices.
ibamos cuidase de la conserva de los otros, sino que cada
uno procurase cuanto en sí fuere tomar
á
Taboga; y que
el que la tomase con el navío
ó
con el barco de él, hiciese
que luego la galeota viniese en mi busca. Y con e3ta de–
terminacion y órden todos nos apartamos, y en poco rato
dejaron los otros
á
la capitana y se fueron metiendo hácia
Taboga
á
muchos bordes y con mucho trabajo y muy á
pulgadas, como dicen; lo cual la capitana no hacia, sino
siempre descaer, por ser como era muy zorrera y pesada,
que era un navío grande, ancho
y
corto, y que no se po–
dia poner contra el tiempo
á
menos de á tres vientos.
»Y yendo desta manera
y
con esta congoja, sobrevino
i
la noche un norte muy desecho, cual nunca allí, especial–
mente en aquel tiempo, se suele ver, y con muchos true–
nos y relámpagos; y entendiendo que sólo aquél nos po–
dia llevar al ménos hasta la Gorgona, y queriéndome
aprovechar de él, puse mucha fuerza en que se levanta–
sen velas cuanto fuese posible; y aunque todos decian que
no era aquel tiempo sino para asegurarlas, con la instan–
cia que puse, hice que se echasen todas y levantasen todo
lo que el alto del árbol sufriese; y así empezamos á cami–
nar contra las corrientes la vuelta de la Gorgona. Y el
tiempo se arreció y enbraveció la mar tanto, que di–
versas veces estuvimos harto cerca de zozobrar; y las
olas eran tan continuas sobre la puente de la nao, que no
babia quien allí parase; y del agua que entraba y de la
que del cielo caie , que es mucha y muy grande en
aquella parte, cuando hay aguaceros, andaba continua–
mente toda la nao llena della, ansí cámaras como todo
lo ·demás. Y los truenos
y
relámpagos eran tantos
y
tan grandes, que siempre parecie que estábamos en lla–
mas, y que venien sobre nosotros rayos, que en toda
aquella costa caen muchos.
»Todos, marineros
y
no marineros, y en especial Diego
García de Paredes, y un don Antonio de Garay, hijo del
adelantado Garay, me pedian y con gran instancia reque–
rian, que hiciese amainar las velas, dejando solamente el
trinquete bajo, para gobernar; diciendo, que, h'acer otra
-cosa, era
á
sabiendas tomar la muerte
y
género de desespe-