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Capítulo L.

visorey privadamente, porque su ánimo en su maldad

dejase de estar firme. Mas la gente daba muestra por

su palabra, y áun por sus rostros se vian señales, no to–

dos ir con ganas á aquél negocio, mirando que era

mal caso por fuerza de armas querer negociar con

el

Rey lo que más ligeramente se acabaria con humildad;

creyendo tambien quel visorey tenia mucha gente

junta, con la cual, no solamente se defenderia, pero que

en todos tomaria gran venganza. Los vecinos, ya

tarde, aunque no sin tiempo, decian algunos dellos:

-Gran desatino es el que llevamos, pues · vamos en

tan mala demanda; porque, no embargante que

la

em–

presa tenga 'color de justa,

el

sonido feísimo é pésimo

á

todos parescerá; sin lo

cual~

vemos en Pizarro que no

solamente pratica en las ordenanzas, mas en cosas de

gobernacion nunca deja de hablar; no sea esto el diablo

que en ello ande el visorey; de creer es

q~e

si vamos

en son de batalla, como no se excusa, y nos vence, po–

cos de nosotros quedarán con las vidas, y todos sin los

indios é sin esperanza de misericordia; y si Gonzalo

Pizarro y nosotros damos batalla, recrecerán tantos

males, que en las guerras nos consumiremos. Los sol–

dados no 'dejaban de praticar, teniéndose por inorantes

en moverse por los vecinos á guerra contra su Rey.

Gaspar Rodríguez, era tambien justo que si en aquel

tiempo tuviera ánimo para mostrar

el

deseo que dicen

tenia de matar á Pizarro, tácilmente lo pudiera hacer,

no embarganteGonzalo Pizarro estar avisado. Y eramuy

mirado de Pedro de Hinojosa, su capitan de la guar–

dia; y hablando con Alonso de Mendoza sobre aquel