Capítulo L.
marqués Pizarro en las diferencias y debates que tuvo
con el adelantado Diego de Almagro, y por que decian
que por su causa se habia alzado Mango Inga;
y
temia
,,
por estas causas no le viniese algun daño; aunque en
lo del Inga siempre mostró no haber sido culpado en su
rebelion. Mas, sin mirar consideraciones, con ánimo
leary pronto para el servicio del Rey, mandó dar un
pregon para que todos los que quisiesen irá la cibdad
de Los Reyes á servir al visorey lo pudiesen hacer
li–
bremente.
Estaba en la cibdad del Cuzco un escribano
lJ
amado
Gómez
d~
Cháves, el cual era muy cabteloso, y éste di–
cen que hable) con un vecino de aquella cibdad, llamado
Alonso de Mesa,' ensistiéndole que alzase bandera por
el Rey, lo cual oyó alegremente Alonso de Mesa,
porque creyó que tuviera favor bastante para salir con
aquella empresa; y algunos soldados que allí estaban,
prometieron de le ayudar; mas como no tenia funda-
- mento el negocio, no aprovechó cosa al guna.-Dos
soldados que estaban en
el
Cuzco, llamado el uno Rab–
dona y el otro Santa Cruz, practicaban sobre ello, y
t.eniéndolo por cosa hecha, decian que habian de tomar
para sí las mujeres de Alonso de Toro
y
Tomás Váz–
quez,
l~s
cuales habian ido con Gonzalo Pizarro.
Pues
el
bueno de Gómez de Cháves afirman que
fué
á
Diego de Maldonado á decille lo que pasaba,
y
como
Alonso de Mesa tuviese en propósito de alzar la ban–
dera, salió á la plaza diciendo:-¡ Viva el Rey! Mas no
le acudieron los que pensó, por donde aína se viera
en punto de perder la vida; y
el
Rabdona y Santa Cruz