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Capítulo XLIX.

que son los puertos de aquella tierra; y.queste deseo le

duró no más tiempo de cuanto tardó no darse él por

su amigo; y que supiese que si la demanda que llevaba

se convertia en .guerra, que seria muy cruel, y su furor

se extenderia por todo el reyno como pestilencia muy

contagiosa; porque, aunque viniese á batalla con el

visorey é le venciese, sin falta habia luégo de venir

otro de España; y si eran vencidos, eran poca parte

pah se rehacer. Para lo cual hallaria un medio en aquel

negocio, que era irse el visorey

á

España y dejar asen–

tada el audiencia, para que gobernase el reyno, per–

donando primero lo pasado

y

no tirando á ninguno su

hacienda;

y

'despues, los tiempos podrian encaminar

mejor los subcesos. Mas que sin mirar nada de aque–

llo, ya que habia tomado á pecho aquella

d~manda,

que

mostra~e

ánimo generoso, pues lo tenia á

el

por

servidor y

á

otros esforzados capitanes; y que· al fin,

como dijo Lentulio á Pompeyo, la muerté era fin de

los males. Y en lo tocante

á

Gaspar Rodríguez, que

no era tiempo de mostrarse cruel, que bastaba mirar

por sí,

r

que con secreto se mire la persona del mismo

Gaspar Rodríguez, para que no se fuese sin que lo

sintiese, y que mostrase grande esfuerzo, hasta ver si

venia Pedro de Puélles y qué lo que decían de Lima

y contaban del visorey. Oído Pizarra lo que Carvajal

le habia dicho, mandó

á

sus amigos que tuviesen ·cui–

dado de mirar por Gaspar Rodríguez no se pudiese

huir, y ansí se hizo desde entónces.

En este tiempo eran tantos los acaecimientos que

pasaban en todas partes del Perú, que me veo metido

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