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La Guerra de Quito.
Toro, Villacastin, Diego Centeno,
y
los otros que
cc:mtamos habian enviado
á
Baltasar de Loaysa por el
perdon al visorey, y de lo cual, como suele acontecer
en semejantes casos, unos lo decian
á
otros, y otros,
por las señales de sus rostros, lo daban
á
entender; de
manera que Gonzalo Fizarro tuvo aviso de que
and~ban en aquellos tratos, y áun le afirmaron que inten–
taban de le matar, siendo
el
abtor de la conjuracion
Gaspar Rodríguez. E entendido por Pizarra lo que
<le.cimas, recibió gran turbacion, habiendo mayor te–
mor;
y
á
la ora, sin aguardar más, mandó llamar al maese
de campo Francisco de Carvajal
y
le dió cuenta muy
por extenso de lo que le habian dicho, pidiéndole pa–
·recer sobre negocio tan importante. Y despues que el
maese de campo Francisco de Carvajal hobo un poco
pensado lo que Gonzalo Pizarra habia dicho, le res–
pondió, que aún no habia bien llegado Blasco Núñez
á
la Tierra Firme,
cuan.doentendió que queriendo
ejecutar las nuevas leyes, que se habian de levantar
grandes alborotos y movimientos, que son armazones
-con que la guerra se arma; y quél, barruntando lo que
decia, procuró por todas las vias posibles
d~
salir del
reyno, porque conjeturó que habia dos grandes extre–
mos en aquel negocio, el uno de los cuales halló alle–
gado
á
razon y el otro
á
justicia:
y
el de la razon era
la mucha que los del Perú tenían en procurar
á
defen- ,
der sus haciendas; y el de la justicia era obedescer el
mandado del Rey, como de señor natural, y quél hol–
gara de no acostarse
á
uno ní seguir
á
otro; mas que
.no pudo, por no hallar navío en Lima y en Arequipa,