Capítulo XL VII.
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caba al castigo de Jerónimo de Villégas y Pedro de
Puélles, cuanto por
el
temor que pondría en los suyos
y desmayo de los enemigos,
co~venia
ir al camino, para
procurar de los prender.
Y dichas otras razones por
el
visorey, los oidores
y
capitanes que allí estaban congregados en la junta, des–
pues de haber praticado sobrello, les pareció que lué–
go c9h ·gran presteza convenia inviar soldados arcabu–
ceros y con ellos al capitan Gonzalo Díaz de Pineda;
para 'que fuesen
á
la puente del rio que pasa por Xau–
xa, á donde sin falta les tomarian
y
prenderian
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ma–
tarían; acordando tambien que, para que la ida tuviese
má'S efeto,' saliese el general Vela Núñez con algunas
lanzas
y
andar sin parar hasta llegar al rio de Xauxa;
diciéndole primero
el
visorey, que procurase poner
gran dilig'encia en aquello
~
que iba, porque aquellos
traidores rto saliesen . con ·su malvado
pr~pósito,
y
afirmando que lo dejaba cercado de mill cuidados; por–
que, acordándose haberlo inviado el Rey al Perú
á
te–
nelle en justicia y á ejecutar las leyes, y que sin suman–
dado las habia suspendido y habia el reyno revuelto y
lleno de grandes miserias, las cuales convenia tirar, si
fuese posible, con castigar
á
los que se hobiesen mo–
vido inconsideradamente
á
tan loca demanda
como
la
que traia Pizarra; yque, pensando en ello, no se acordaba
de doña Brianda
(a),
su mujer, ni de sus hijos., ni creía
'
(a)
De Acuña. Los hijos que habia dejado en España eran tres: don
Antonio, don Juan y don Cristóbal; á los dos mayores por meninos de la
Emperatriz, que les hizo dar hábitos de Santiago
y
Alcántara, y el Empe-
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