Prólogo.
XIX.
dido de la conciencia, lo resolvió. ¡Grave circunstan–
cia es esta! Pero dice vuestra merced,
que aunque la
Historia ha de decir ''l'erdad, ha de ser oportunamente.
"Qtras cosas tambien se pudieran tratar esenciales
en
la Historia, que vuestra r:ierced deja, ppr no alar–
gar
el
discurso. Una me pareció apuntar para que
vuestra merced, si le pareciere, la ponga en su lugar.
Consta de las relaciones
y
del proceso... "
(a)
· Pues, conforme á esa máxima, ninguna oportunidad
méjor que la de ahora, en que se publica un libro del
·
desdichado
Cieza, para restituirle íntegramente en su
reputacion
y
fama, descubriendo el secreto de las qae
obtuvo la HISTORIA GENERAL DE LOS HECHOS DE LOS
CASTELLANOS EN LAS ISLAS
Y
TIERRA FIRME DEL MAR
ocÉANo; admirada en España, vertida á todos los idio–
mas europeos, considerada en todas partes "como la
fuente de la verdad" de aquellos hechos,
e~salzada
con
este parecer de don Antonio de Salís: que reconocia la
inmensa dificultad (que no trató de superar) de prose–
guirla
(b).
¡Ya
lo creo! Agotado
el.ri~o
y
facilísimo ve–
nero de Cieza de Leon
y
otros no ménos fáciles
y
ri–
cos, cierto que era difícil continuarla tan nutrida de su-
(a)
Hasta aquí la minuta corregida de mano del arzobispo. Figura
con la carta qe Herrera en el códice citado.
(b)
LA CONQUISTA DE MÉJICO,
cap.
1.º
1
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