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169'

risrliccion es interna

y

espiritual. Lo hán dicho

J.

C;,

IM

Apóstoles, los PP. El Señor que sabia que la relijion cató·

. Jica habia de ser recibida por las naciones, quiso, que

á

los

Príncipes seculares correspondiese lo externo de ella y su po·

licía.

Los ejemplos c¡ue el autor del ensayo elije, son un teji –

do de sofismall. Comienza, con la predicacion evanjé.Jica. Nin–

guna potestad puede impedirla: convengo. Lm1go, no hay po·

testad secular para ese caso: convengo. Peto si el predica–

dor

á

pretexto deJ evanjeJio, se injiere en materias políticaSt

hace anuncios alarmantes, esparce pronósticos voluntarios, cri–

tica las órdenes del gobierno, procura inflamar el pueblo con·

tra él; el Príncipe le impedirá subir

a

la catedra y le castiga–

rá, como

a

un rebelde. E sto ha sido con tantemente usa–

do en las guerras civiles. Con el mayor escándalo en las

controversias entre el Imperio

y

el Vaticano. Una anarquia.

que devoró -la Francia, comenzó en un sermon. Estuvo muy

procsima de ¡;cr pTovincia de la Inglaterra. ¡Cuantos sermo–

nes hemGs oido, que eran unas disertaciqnes políticas! En es–

ta misma

é

o;:ca, ¿el ero no esta

toma~do

una parte muy ac·

tiva entre los d reollos Cle Isabel 11

Ji

del Infante D. Car–

los? No hablo ae uestros oradores porque detesto lo per–

sonal.

SoBRE /aoquisici:o0., d tertoion

y

dispos' cion de los bienes,

asi romo sobre jurisdiccion, en nada me retracto de lo que

tengo escri o en el proyecto del codigo eclesiastico, al que me

r emito. Unicamente añado, que el autor debió omitir el ejem–

plo de N. S.

J.

C. Este Maestro, este Salvador, esta guia dió

pruebas divinas de pobreza, de humildad del mas perfecto des–

iuteres. No hablemos de

Fisco de PecuNo de Bolsillo.

Estos

son nombres inventarlos para paliar la criminal avaricia: el evan–

jelio,

el

evanjPlio. ¿Se pregunta al Verbo encarnado ¿cuales

su casa? El responde ¡,Que me preguntais por mi casa? Las

aves tienen sus nidos, las fieras sus grutas, el hijo del hom–

bre carece de una piedra, donde recostar su cabeza. (.) ¡Que

pobre

fué

el Señor

y

sus discipulos! El hambre

l~s

hace to–

mar unas spigas de trigo, para que les sirvan de alimento. (,)

¿Si los apostoles tcnian tesorería, como preguntaron.con pro•

piedad, que

recompen~a

les esperaba, por haberlo dejado todo,

[ ·l

Luc. c.

9.

v.

57.

[ , ]

Marc. c.

2

v.

24.