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tite
pulverem de pedibus vestris-;-el
castigo Jo reserva
pa1·a
el
día del juicio.
Amen dico voais: tolerabilius
t>i·it,
terra sodomo–
rum et Gomorheorum, in die -judicii, quam illi civitati.
Tan dis–
tante de introducir el poder que se supone, que los envia co–
mo obejas en medio de los lobos:
Ecce ego
m~to
vw
sicut
oves in medio lvporum.
¿Cual otra hubier-a sido mejor oca–
sion, para constituir esos poderes, que quiere teunir el defen–
sor de la primacía, que aquella, en que poniendo
á
sus pies
la naturaleza toda les concedió el don cle milagros? Convo–
cados los apostoles, les dió virtud
y
pntestad, sobre todos los
demonios
y
paru que curasen las enfermedades. Mas clara
es la doctrina en el ·capítulo 20-Se rdiere alli la amt:>iciosa
pretension de la madre de los hijos del Sebedeo-Reprocha
el Señor la solicitud-Scitis,
quia prinripes gentium dominan–
tu1· eorum: et qui mojm·es sunt potestotem exercent in cos. Non
itat e1·it inter vos: secl
qll'lrurnque
volv.erit inter vos major fie
-
ri, sit vester Minister, et qui voltterit inter ·vos primus.esse, erit
vester servus.
Presentemos la esplicacion de Calmet.
"Esta
es la diferen(,'.ia de mi reino
y
de los <lemas ·principes de es–
te mundo. Estos
minan, imperi9same11te gobiernan eón so–
berbia; sostie wn la
~11to
1aad con la fuerza, sujetan los ene–
migo con las arma. . De otro modo son la
cosas para conmigo.
El que quiera goberna ·
á
los <lemas, ha de usar de lenidad,
rnorlestia, humildad,
ame
era.
El que qmei:e maqtener la au–
t oridad, necesita atraer los animos con la suavidad, ablandar
á
los enemigos
on la paciencia, someter la raznn de los
hom–
bres, con
la fuerza y virtud de la vi>rdad.'i
El cita
a
San
Agustin.
Es.tepadre clasico, como habia de desviarse del maes.
t ro.
Etia
m qui imperant servi:unt eis, quibus videntur impera·
re: nec enim dominandi cupiditate imperant; sed officio con–
sulendi, nec p1•incipia11di superbio, sedprovidendi misericordia.
(.)
Grande es San Agustin, pero que cnmparacion con
Cristo?
"Y
si alguno oyese · mis palabras,
y
no las guardase, yo no
le
juzgo. No viene
á
juzgar al mundo, sino
á
salvar al mun·
do'.[,
l
·
~s
necedad continual' las pruebas.
Puede tenerse por
una ostentacion ridícula. Textos no corrompidos, ni alterados,
acreditan q11e no son herejes,
los
que dijeron, que la ai'itori–
dad de la
Iglesia es
de persuacion
y
consejo; que su
ju-
----··-
(.)
Lib.
I!J
Civ.
D.
c.
14.
( , )
San Juan c.
12
v.
47.