•
,..
-70-
Pero en definitiva, tno se encarga el mismo apolojista de la Inquillicion de
manifestar en cada una de sus pájinas la inconsecuencia de su incruenta teo–
ria con la realidad imprescindible de las cosas1 ¡,No
refierE~
él mismo (pá.j. 17)
.que San Agustin pedia al conde Marcelino gracia para los herejes donatistas,
dtliéndole en
'IW'Inbre de
Jesucristo:
"Deseamos que se les
corrija,
pero
no
que se les
q~tite
la ttida?"---¡,No
pone el mismo autor en boca de Gregorio
Magno estas nobles palabra.!! de la iglesia antigua (pá.j. 11) "Defienda la
iglesia a los reos de muerte para que no se haga
participante de la ejusion
de
sangre'/"
Y
estas
otras en la del papa San Leon:
"La
iglesia se contenta con
pronunciar
pena'B
espirit~tales
por boca de sus ministros
y
no
hace ejecuciones
-&a1l,grientas1"
Y por último, tno no apunta el mismo, como para echar por
tierra con un aoplo el trabajoso andamio de su sofisteria, el dato histórico de
que el emperador Federico II de Alemania "prescribia que los jueces secu–
lares
e'/Úregasen a úu llamas a aquellOfJ
que
los
inquisidcYres
condenasen como
"M?·l¡jes1"
Y cómo, en vista de estas confesiones propias, es creíble que el mismo
escritor que las asienta nos
haga
a renglon seguido una pregunta como
la
siguente: "tSe tendrá todavía
la
pretension de hacernos consentir que la In–
-qtúsicion
se'!Úenció a mlterte'l
Esto seria el colmo ó.e
la
locura."
Si,
señor prebendado!Seria el
colmo de
la
loc'ura
negar que la Inquisicion,
que sabia que
relajar
era equivalente a
matar
(porque en un aentido legal
eran cOSa!! idénticas como lo eran en
la
práctica), que sabia que los juecea
seculares debían entregar
a las llarn.a&
"los reos que los inquillidores
condenaun
-como
hue.fes",
que sabia por fin que era una mera ficcion de fórmula decir
relajo
y
no decir
CO'IUlerw
a muerte,
y
que por último perseguía a los mismos
ajentea del brazo secular como cómplices de
la
herejia cuando no quemaban
al
relajado,
segun consta de vuestro propio opúsculo: negar todo
esto
es a
la
nrdad el colmo de la locura!
'
Sí, señor prebendado; es el colmo de
la
locura el sostener hoi dia tales
sofismas de antaño, porque nuestro globo ha crecido ya demasiado para caber
.en
la
manga de nuestro padre San Francisco,
y
para que nadie crea, ni aun
los discípulos de
San
Ignacio, en el
por
aqttí
no
pasó
de los casuistas.
"La
Inquisicion, dice entre tanto un escritor cristiano
lwJta
ser ascético, católico
haata ser nltra.montano, pero ilustrado
y
sincero, (1)
la
Inquisicion como
tnouual eclesiástico
habría debido
limitarse a juzgar a los herejes e imponer–
les penas espirituales, como la escomunion, los ayunos
y
otras penitencias
que pudiesen hacerlos abjurar sus creencias libremente,
y
volver al seno de
la iglesia católica.
No se procedía, sin
emhargo,
de
ate
modo :
la
Inqnisicion
podía no solo escomulgar, sino tambien
condenar a muerte, a presidio, a
11aleras,
y en jeneral, imponer a
I!IU
arbitrio
las
penas que le parecia conve-
~1)
El
Dr.
Garcia Calderon, preaidente del último congruo del Peró.
11bra
citada.