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¿'tsi
se destacará. entera.
h
figura de
la
víctima
delant~
del uscuro escenario
en que iban a juzgarle.
No es poaible trascribir una a una todas las acusaciones ni todas laa res–
lmesta.'3. Si tal hubiéramos de hacer, llenaríamos nuestras lenta.'3 prensas de
volúmenesj pero cuando ocho años há. formamos por nuesttas propias manos
el estracto del proceso en la biblioteca de Lima, elejimos aquellas que menos
se repetían, que respondían mas directamente a las delaciones primitivas,
a fin de preservar la unidad del conjunto, y q·ue, por último, tenían menos
teolojia. y menos dialéctica.
Creímos entonces que algun
día,
mas apartado acaso que el presente,
lmbria.mos podido hacer sobre el nombre de
~Ioyen
una leyenda para.·cl
pueblo. Ahora sale ésta vestida con la. camisa amarilla de la polémicaj pero
el fondo no se altera. Siempre es el terrible proceso de un penitenciado de
- la Inquisicion.
•
Hé aquí, pues, la serie de
]Jropo.~iciones
que copiamos de los autos oriji–
nales, segun el 6rden de
calificacion
que hizo de ellas el Santo Tribúnal
(1)
Para hacer mas compacto el cuadro que de otra manera presentaría un
incomp1:ensible desencuadernamiento,
al
pié de cada cargo ponemos la res–
l>Uesta de 1Ioyen, (siempre que hayamos conservado de ella copia o estra.cto)
señalando la pieza del proceso de
la.
cual haya sido tomada.
La lúguore sala de
Inquisicion de Lima, con su maravilloso pero oscu–
ro artesonado,
su cn:SW Je gome,
(2) sus cirios verdes encendidos, sus tres
(1) Las
trece
proposiciones que vamos a trascribir corresponden en. el mismo órden
en que 1M apuntamos a las que •e hallan marcadaa en el proceso con los números 1, 2,
15, 20, 28, 29, 31, 32, 33, 34, 87, 39
y
40.
i-
(2)
El
viAjero Stevenson, que
fué
uno de
los
actores del saqueo popula.r de la Inquisi–
cion de Lima en 1813, asegura
que
él
rió
este
crucifijo, y que tenia
una muMC&
en la
parte
auperior del cuello por la que un hombre colocado aobre
una
escala,
tras
del docel,
podia
hacerle mover)a
cabeza
a
su
antojo.
"En cuántas circunstancias, esclama el indignado testigo,
esta
impostura ha.brá
for–
zado a un inocente a confesarse culpable de [crímenes cuyos pensamientos jamas ha–
bria concebido, asaltado de temores y creyendo
ser
éondenado por un milagro."
(
Stevt'A·
aon. Twenty yean ruidena
in
Stnt.th.A.merica,
t.
1.
0
páj. 261.)
Stevenson, que
vino a América
en 1804
y
sirvió despues (1820) de secretario a
Lord
Cochrane,
fué
obligado en 1806 a comparecer ante la Inquisicion (cuando ya
estaba
en
su
último decaimiento),
a
consecuencia de una conversacion un
poco
libre que babia
tenido en un
café
con un fraile de Santo Domingo llamado Bustamante, sobre la -rnjen
del Rosario que
se
adoraba en su templo, y por la
cual
aquel le denunció. Conducido
a
la Inquisicion
~r
m último alguacil mayor, el Conde de Montes de
Oro,
"diriji mis
miradas,
dice.
a.I
bárbaro tribunal, colocado sobre una parte elevada de
la
sala,
bajo un
dosel
de terciopelo yerde realzado por
una
faja de
azul
descolorido de
la
miama tela;
nn crucifijo de tamaño natural estaba debajo de aquel, y sobre un:Jo mesa grande, cu–
bierta también de verde, se veian encendidas \'elas del
mismo
color, un escritorio,
algn–
DOII
libros
y
papeles." (Obra citada, páj. 271.)
Esta
descripcion corresponde exactamente a lá que nos ha. hecho un respetable