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-71-

IÜente.

A.si

es que se ponia en práctica el principio de que los herejes nO<

tienen derecho de habitar la superficie del globo."

,"Cuando los inquisidores, dice M. Haureaxu, que no es por cierto ni con

mucho el mas severo eneinigo de la Inquisicion (pues mas de

lma

vez la

justifica, la alaba y

casi

la canoniza como nuestro prebendado) relajaban ua

reo y lo recomendaban a la clemencia del poder civil

sabian ya dema&iado

que

la

hoguera estaba

encendida.

Si

la

sangre les c.1.usaba tanto horror, ellos

no debieron condenar sino su primera víctima,

y

a la vista de la primera

sangre derramada por su veredicto, debieron deinitirse de una facultad que

otros hacían ejecutar con tanta crueldad. Pero tacaso no se sabe que ellos

miamos se

irritaban contra la propia demencia que pedían?

No se sabe que

aun antes del

esta~leciiniento

de la Inquisicion, Roma tenia empuñada la

espada,

hería

y

mataba con

ella'/

Los neo-católicos no debían pues empeñar–

se, añade el imparcial escritor frances, y señalando puede decirse con el dedo

a los hombres de la escuela del prebendado de Chile,

en sostener fSa

m~era·

ble tesi6,

y

debian reconocer la

participaci01~

mas o menos directa que fa igl!–

M

romana

ha

tenido en los autos

de

que han ensangrentado la Francia, la

España

y

los

paises }ermánicos-.

"Como, la iglesia tiene horror de la aangre, dice

::\1.

de Coquerei, los in–

quisidores

podían

cendenar a muerte pero no presenciar el suplicio: tenían

verdugos para torturar los prisioneros en loa calabozos, pero no para ejecu–

tarlos en el cadalso."

Una sola cosa pediríamos por nuestra parte a todos los polemistas moder–

nos, la única que faltaba a los casuistas de antaño: lójica, lójica, solo 16-

jica!

Pero continuamos en el proceso.

El fiscal Grillo en su estensa

vista

(que es inútil decir era un abultado

hacina.Iniento de patrañas y pedanterías, segun el

estilO<

de

la

época)

concre–

taba su acusacion a las cuarenta y CUI!-trO

herejía~~

recordadas de Moyen,

tal cual las babia

calificado

el Santo Oficio, y añadía dos mas de su amaño,–

solo por probar su celo person¡Ü,

y

una tercera por

pejurio,

a consecuencia

de haber negado el reo todos los cargOI!!. En resúmen

las

herejiaa eran ya

cuarenta y siete.

En

qué consistían éstas1

Remo::; apuntado en el cur!o de este relato el carácter, la ocasion, la tras–

cendencia y

hasta

la esplicacion que daba de algunas el acusado.

Pero llegando a esta -parte, la mas grave y delicada del proceso, por cuan–

to ella envuelve el

cuantum

de la cuestion, preciso es hacer oir a nuestro

pueblo, en cuyo seno circula la glorificacion del Santo Oficio, con la licen–

cia espresa de

las

autoridades eclesiásticas, el lúgubre

y

terrible debate con

sus propias frases, con su terininalojia especial, con su ortografia

misma,

Si

es posible, como si hubiéramos fotografiado cada pájina del horrible sumario.

..